miércoles, 28 de mayo de 2014

Aquellos Ojos Grises

Eloy cuenta cada minuto que falta para huir de la oficina. El teléfono de su escritorio es una campanilla constante. No comprende cómo ha terminado en ese cubículo viejo y con unos cuantos compañeros impresentables a su alrededor. Había estudiado y con mucho esfuerzo había logrado obtener un título universitario. Sin embargo, la situación económica del país lo había llevado a ese sitio que cada día se ganaba más su desprecio.
Solía escuchar música a modo de escape. No tenía reparos en cuanto a preferencias musicales, todo dependía de qué ánimo estuviese. También disfrutaba de escuchar cantantes y bandas de otros países (esas "no comerciales" según él), como "Zaz" de Francia... aquella voz femenina de la cantante y su acento francés le resultaban exquisitamente hipnotizadoras. Amaba esos momentos de soledad mezclados con canciones, viajaba a través de la melodía y sus letras. Cantaba de vez en cuando y su alma volaba, se liberaba y una energía impresionante brotaba de su pecho.
Durante uno de esos días, después de una tediosa jornada laboral donde su cabeza había estallado, buscó entre sus discos alguna canción para relajarse. En medio de tantas cajas de compactos había una sin nombre. Ni siquiera podía recordar de qué artista podría ser. Le sacó el polvillo y se dispuso a escucharlo.
Apenas oyó los primeros acordes de las guitarras, emocionado, se sentó en su viejo sillón marrón y subió un poco más el volumen. Era el tema "Perfume de Carnaval" interpretado por el gran folclorista Peteco Carabajal.
Cerrando los ojos se vio en aquella vieja pulpería, frente a una gran pista de baile de tierra arenosa. A su lado estaba su querida abuela. Era una fiesta patronal en el campo. Todos los del pequeño pueblo estaban allí, con sus mejores ropas. Reinaba la alegría mientras la luna se iba asomando sobre la noche estrellada de verano.
Al empezar a escuchar la canción, su abuela tomó de su mano, apretándolo fuerte y unas lágrimas rodaron sobre sus mejillas arrugadas por el paso del tiempo. Eloy la abrazó y le acarició su cabeza cubiertas de un sin fin de cabellos blancos.
"Era la canción preferida que teníamos con el abuelo" me dijo con una voz casi quebrada.
Abrazado a ella, Eloy, oyó cada estrofa de la canción. Cada acorde le caló hondo al corazón. Los ojos grises de la anciana desbordaron recuerdos dulces y un amor tan fuerte que la muerte ni siquiera le hizo cosquillas.
Eloy volvió a experimentar aquella sensación sublime gracias al hallazgo del viejo disco.
Todo el fastidio se había esfumado. Todo había perdido importancia: los enojos, el cansancio, la mala sangre que se había echo en el trabajo...
" A veces suelo ser tan estúpido..." murmuró en voz baja, con vergüenza de sí mismo.
Volvió a escuchar la canción y viajó por el tiempo. Su abuela, la fiesta, el significado emocional de ese momento compartido. Siguió escuchando el resto de las canciones, cerraba los ojos e imaginaba que seguía allí, observando la gente feliz, gente sin maldad. gente que compartía lo poco que tenía.
El olor a tierra mojada, el ruido de las copas chocándose en medio de los numerosos brindis. Su abuela emocionada, la dulce algarabía.
Eloy terminó su día feliz. Feliz de no haber olvidado cada instante y de tener un gran tesoro en su poder.
Aquella vieja tapa del disco, ahora, tenía un corazón dibujado.
Un homenaje para aquella dulce anciana de ojos grises cargados de amor.


martes, 27 de mayo de 2014

En Medio de La Noche

Carolina se levanta, va al baño, se lava los dientes y la cara. Odia peinarse. Odia maquillarse. Odia las mañanas.
Se contempla frente al espejo. Se siente horrible, los años van pasando y ella está muy diferente a aquella mujer que Danilo conoció en un evento aburrido de médicos. Aquello fue amor a primera vista. Ella sabe que es una mujer guapa pero al mismo tiempo no se acepta, no se quiere.
Apoya la brocha de rubor sobre sus mejillas. Frota, le gusta jugar con la brocha, le produce cosquillas. Hay días en que se maquilla los ojos con colores brillantes dorados, resaltando sus ojos color café. También, durante esos días, incluso, puede usar aquel viejo labial color rojo carmesí. Danilo, su ahora, marido se da cuenta y la halaga. Él es tan perfecto, el marido que muchas mujeres (incluso hombres) quisieran tener....tan perfecto que a veces le resulta irritante e incluso la hace sentir inferior y culpable.
Carolina junta valor y sale de compras. Se anima a un osado conjunto de ropa interior, un perfume importado aroma jazmín y decide internarse en un spa.
Luego, llegada la noche, luego de cocinar algo sin sabor, se va a lavar los platos. No le importa haber ido a la manicura y detesta usar guantes. 
"Lo bueno dura poco" es su lema.
Danilo la busca. Se acurruca contra ella. A ella le da escalofríos. Trata de ser disimulada, se corre y se va al baño. Se encierra.
Ella lo desea, como la primera vez que estuvieron juntos...tanto que siempre también siente esos nervios y ese miedo de defraudarlo. Cada vez le es más difícil controlarlo.
No es que no lo ame. Simplemente la angustia le hace estragos. No hubo psicólogo que pudiese revertir la situación. Ni calmantes, ni nada.
Es la angustia de siempre arruinar todo lo bello.

Danilo jamás le hizo algún reproche, al contrario, siempre trata de cuidarla. Aguanta pero hasta este hombre maravilloso tiene un límite.

El silencio de la casa se ve interrumpido por los quejidos y llantos provenientes del baño. Carolina llora sentada en el piso helado, acurrucándose sobre sus rodillas. Es una angustia que le quita la respiración. Su marido, resignado una vez más, se va al dormitorio, nada puede hacer. Está vencido.

Pasa el tiempo...Ella se mete bajo el agua caliente, que cae con fuerza sobre su cuerpo. La espuma la va vistiendo. Esta cosa estúpida la hace sentir mejor, como si lavara toda la mierda que lleva encima.

Otra vez, Carolina se mira en el espejo. Se ve insulsa, aburrida... pero se siente fresca. Salvada. No puede dilucidar qué es lo que realmente sucede con ella.

Al llegar al cuarto, Danilo duerme. Ella lo besa en la frente. No se anima a besar su boca, siquiera rozarle los labios. 

Lo abraza en medio de la oscuridad y le es inevitable no sentirse culpable.


lunes, 26 de mayo de 2014

Unilateral

Bernardo se había levantado con hambre. La mudanza lo había dejado exhausto.
La heladera aún no estaba enchufada y la idea de no tener nada para desayunar sencillamente lo puso de mal humor.
Salió a recorrer su nuevo barrio. Era muy similar al anterior: mañanas silenciosas, veredas con árboles, calles angostas. Las casas, la mayoría, de estilo americano. Había escogido aquel lugar por la calidez de la gente. Le gustaba eso de cruzarse con sus vecinos y saber sus nombres, y que ellos lo saludaran con cariño. Incluso Doña Beatriz, una de las vecinas más antiguas, le había regalado un bizcochuelo de vainilla para darle la bienvenida.

Halló un mercado a pocas cuadras de su nueva casa. Compró lo básico y llegó a la caja.
Bernardo no era de sorprenderse a menudo, pero cuando vió a la cajera, se quedó pasmado.
Nunca había visto unos ojos color café tan profundos. Nunca un perfume barato le había parecido exquisito. Luna, la cajera, además de ser una mujer muy bonita, era muy simpática.

Los meses pasaron y entre ellos nació una gran amistad. Bernardo nunca le dijo sobre sus verdaderos sentimientos. Iba al mercado a comprar desde un encendedor hasta lo más insólito. Cualquier excusa era buena.

Hasta que un buen día, entre risas y chistes, la invitó a salir. Una salida entre amigos, él le había dicho que también iban unos compañeros y compañeras del trabajo, para que no sintiera que era una "cita". Luna aceptó.

Arrebatada, Luna se presentó un rato antes en lo de Bernardo porque sino no conseguía remis. No avisó porque hacía poco le habían robado su celular. Bernardo no lo podía creer: si era linda en su versión "cajera", ahora que estaba maquillada y arreglada, era simplemente una diosa caída del cielo.

Una vez dentro del boliche y ya adaptada al grupo de Bernardo, Luna no dejaba de bailar al sonido de cada tema que pasaba de DJ.
Era el momento perfecto para rozar su cuerpo, para embriagarse con ese perfume barato.

Bernardo juntó todo el valor y la besó. Luna, también lo beso, quizás embriagada de tantas copas. El muchacho nunca se había sentido así, feliz, tenía esa estúpida sensación que Luna era la mujer de su vida.

No pasó más nada. Ella se fue antes porque el alcohol había echo efecto....

Esa madrugada, Bernardo no pudo dormir de la alegría que tenía. Esperó ansioso al día siguiente.
Pero Luna nunca fue a trabajar. Ni ese día, ni la día siguiente. Ni al otro.
La dueña del mercado la había despedido porque no soportaba que todos la quisieran.

Y todo se volvió triste.
El mercado sin Luna, no era el mismo.
A los meses, el mercado no abrió. La gente comenzó a comprar en un hipermercado a pocas cuadras.
Bernardo no volvió porque extrañaba a Luna.
Luna jamás volvió a comunicarse....hasta que luego de muchos meses, mandó una solicitud de Facebook....
Bernardo nunca aceptó.

Pero tampoco la ha borrado.

Otra historia de amor unilateral.


viernes, 23 de mayo de 2014

La Cruz y el Mar

Una de los miedos que más atemorizaban a Amalia era el mar. Esa masa de agua gigante, tan avallasante y temible...que apenas podía meter sus pies y caminar por la orilla.

Esa noche se armó de valor y fue a la playa. Se abrigó bien porque hacía un frío terrible. 
El viento la despeinaba pero apenas sentía la brisa helada, su corazón palpitaba ante tal desafío.

Casi no había orilla puesto que el nivel del mar había subido bastante.
"Es una estupidez lo que estoy haciendo"- pensó.
"Pero no me importa, quiero conectarme conmigo misma, vencer este miedo y dejar fluir toda mi energía"- resolvió.

Se sacó las zapatillas. Apoyó un pie y sintió como si mil agujas se introducieran en su carne. Soportó el dolor. Luego, el segundo pie.
Las olas están revoltosas. El mar estaba enojado.
El agua estaba espantosamente congelada. Amalia siguió avanzando y estaba eufórica. Excitada.
Su mente tiraba tantos momentos juntos que se amontonaron en la nada misma. Una mente congestionada perfectamente en blanco.

El mar llegó al punto de acariciar sus muslos, su cintura y hasta su pechos.
Su cuerpo estaba tornándose azul. A lo lejos divisaba unos relámpagos, como si el mismo mar siguiera tratando de desafiarla.
Amalia gritaba, cantaba, deliraba. De a ratos sus pies no tocaban la arena...y el pánico comenzó a envolverla. Empezó a retroceder despavorida. Terminó por caer muchas veces dentro del agua helada. La ropa pesaba y entorpecía su retorno. Las olas la golpeaban sin cesar. 

Cayó sin fuerzas sobre la arena. Tomó una pequeña rama y sin pensar, sin estar consciente comenzó a dibujar garabatos...hasta que dibujó una cruz mediana, la repasó un par de veces y finalmente clavó la rama en medio de la cruz.

Salió corriendo, con las zapatillas en la mano. Necesitaba tranquilizarse y optó por tomar un baño caliente.
Durmió como nunca, con una sensación de haber experimentado algo sumamente intenso y liberador...aunque no comprende aún qué la llevó a dibujar esa cruz final...




lunes, 19 de mayo de 2014

Así es María

María pensaba que por tener este nombre "angelical", su vida no iba a ser desgraciada ni con grandes sobresaltos. Suponía que toda su vida sería grata y tranquila.
Su infancia fue lo que denominaba "normal".
A lo largo de su adolescencia fue cambiando su carácter, ya no lloraba cuando algo la molestaba: además se defendía a golpes y con palabras que calaban hondo en el oponente.
Se volvió una mujer fuerte, sin darse cuenta, se transformó en la jefa de su familia.

Error.

Después de casi 30 años de casados, sus padres se divorciaron. Ella, muy a su pesar, pasó a ser el medio de comunicación.

María sigue siendo fuerte y muy capaz, pero la tensión en este triángulo la ahoga. Se siente culpable siempre, porque siempre la ponen en medio, en un lugar nefasto, de mierda.
Ni siquiera se ponen a pensar que es su hija quien sufre, o sea, ni siquiera un respeto y tolerancia por ella.
Ha intentado infinitas veces correrse de ese lugar. Ha gritado, ha discutido, ha lanzado cosas por el aire...
Pero nada sirve.

María ha sufrido desmayos, ataques de pánico, taquicardias, dolores y más dolores. Porque su cuerpo expresa lo que su alma calla.

Es fácil decir que uno está ahí porque lo permite, sin embargo es mucho más complejo: se trata de pasarla lo menos peor posible. Sí, es a ese nivel...

Fuerte, María es fuerte.
Se esconde tras su sonrisa alegre, tras sus consejos llenos de optimismo.
María baila mientras cocina. Canta bajo la ducha usando el envase de shampoo como micrófono.
María hace el amor con pasión y dulzura. María sabe que es deseada por muchos hombres, incluso también por mujeres.
Cuando ella llega a cualquier lugar, el lugar se pone de colores.
Su simpatía roba risas y carcajadas. María es ocurrente.

En su casa, el tema es más difícil.
María la rema, la lucha, no afloja.
Las sonrisas se van esfumando. Se cae el disfraz.
El bullicio la obliga a refugiarse en silencios obligatorios, en momentos en blanco.


Así es María.

Una sobreviviente.

viernes, 16 de mayo de 2014

Vero & Martín

Habían pasado, fácil, unos 5 años desde que Martín había decidido separarse de Verónica.
Todos creían que eran la pareja perfecta. Ella, una mujer increíble, inteligente, con una belleza envidiable.....él, un hombre guapo, de buen pasar, simpático, caballero...
Verónica la pasó bastante mal...
Escuchar la confesión de Martín diciéndole que se había enamorado de su compañera de trabajo y que quería empezar algo con ella, le quitó las ganas de vivir.
Sin embargo, el viejo dicho "el tiempo curará las heridas" algo hizo.
Nunca más se volvieron a ver. Años más tarde supe que Martín finalmente se casó con su compañera de trabajo y tenían dos hijos.
Verónica siguió su camino y se dedicó de lleno a su carrera.
Se mudó a un hermoso departamento en un barrio bonito. Nunca más volvió a tener un novio oficial sino compañeros de paso, siempre y cuando el tiempo libre se lo permitía.

Pero tampoco logró sacar de su corazón a Martín, a pesar de todo el dolor que sufrió.
Primero fue odio, bronca, impotencia y ganas de matarlo sin piedad.
Luego el olvido.
Finalmente, el recuerdo...¿el recuerdo?

Verónica confesó que de vez en cuando sueña que se reencuentra, que se va sanado mediante esos sueños. Al principio, lloraba y gritaba frente a él. Muchas veces lo golpeó hasta dejarlo tirado inconsciente en la calle. Era sanador, según ella.

Después, simplemente lo veía, de lejos, de cerca, sin inmutarse, sin sufrir. Sin sentir ese odio del principio.

Durante el último sueño, Verónica estaba  haciendo su caminata en la plaza del barrio. Ella deliraba qué el día que se cruzara con su ex, ella estaría tan hermosa que él se querría matar.
A lo lejos divisó un cuerpo muy familiar....era él, demonios!!!!

Se quedaron enfrentados, mirándose sin parpadear. Él estiró sus brazos. Tenía canas y un par de arrugas. Ella, sin pensarlo, corrió y lo abrazó. 

No hubo palabras, sólo ese abrazo tan tierno y tan fuerte. Un abrazo de despedida, sin rencores.

Volvieron a mirarse...él siguió caminando y ella siguió su caminata. Se sentía libre, había cerrado su historia por fin.

Ese sueño fue reparador.

La magia de los sueños, en otro plano.


miércoles, 14 de mayo de 2014

Emociones

El día está nublado.
La misma gente hace lo mismo de todos los días.
Pero hoy, 14 de mayo de 2014, mi corazón está latiendo a mil por hora.
Mi amiga querida entró a sala de parto.
Después de tanto luchar y esperar a estar en una etapa mejor, ya el nacimiento de su niña es inminente.
Estoy feliz, ansiosa, con ganas de ir y ver a esa criatura tan deseada, que nos llena de amor y ternura. Porque es la hija deseada, la hermanita deseada, la nieta deseada, la sobrina deseada.
No nos une la sangre pero yo me considero tía del corazón.

Mientras escribo este post, tengo un nudo en el estómago de felicidad y aguanto las lágrimas.

En medio de la rutina, en medio de tantas noticias grises y malas, en medio de tanta mala onda...llega esta princesa y borra todo de un suspiro.

Los niños, esa creación maravillosa. Esa inocencia que te cala los huesos. Sonrisas que pueden cambiar el día de cualquiera. Corazones puros. Manitos regalando mimos.
Abrazos pegajosos dulces. 

No es fácil la tarea de ser madre, no es todo perfecto.
Excepto tu hijo, lo más perfecto de tu mundo.

Qué la felicidad que yo siento se propague por todo el universo.

Bienvenida hermosa sobrina a esta bello mundo y a disfrutar que la vida es bella.

martes, 13 de mayo de 2014

Delivery

Si hay algo que me produce escalofríos, es la coincidencia entre sueños y realidad.
A veces lo catalogo como "conexión". A veces, no sé qué nombre darle.

Todo comienza con mi ubicación en un departamento.
Era luminoso, el color beige predominada armoniosamente en todos los ambientes.
Creo que estaba en un segundo piso y la vista daba a una piscina de medio pelo. Recuerdo haber visto algo de verde, así que supongo debía ser un parque.

De repente, de la nada, alguien toca la puerta.
Nunca abran la puerta sin saber quién está del otro lado. Yo, hice lo contrario.
Frente a mí estaba aquel muchacho del supermercado que me había llamado la atención. Su mirada, tu torso trabajado, el tono de su voz. Sí, me había llamado la atención.
Me traía el pedido del súper, pero también escondía algo más.
Me quedé petrificada cuando me tomó la cara con sus manos. Las palabras no salían de mi boca, era como caer en un estado de embobamiento total.
No pensé en mi novio que estaba caminando por la ciudad, no pensé en nada.
Sólo sentí como una ola de calor recorriendo mi cuerpo.
Frente al ventanal, estaba aquel hombre sin nombre y yo apasionados. Él me cubría el cuello de besos suaves. 
Al darme vuelta, mi boca quedó frente a la suya.Caemos arrodillados al suelo beige.

"¿Qué está pasando?" dice mi novio con cara de no entender absolutamente nada.
Se me ocurre la brillante estupidez de explicarle que el chico del delivery del supermercado se había desmayado justo frente a mí. El pibe me siguió la corriente, quedó tumbado en el piso por unos minutos, luego se levantó, se disculpó y desapareció.

Mi novio no es ningún tonto, podía ver mi cara de culpa total.
No pude mentir y le conté del beso.
La culpa que brotaba de mí era insoportable. No dudo en gritarme tanto que los vecinos salieron a ver qué pasaba. Nunca olvidaré las caras y las miradas de toda su familia. Estábamos vacacionando todos en la misma zona.


Desperté agitada.

A mi lado estaba mi novio, durmiendo plácidamente, como si nada. Lo desperté con besos, feliz de que sólo haya sido un sueño.
Quizás fue porque a veces la rutina te atrofia el cerebro y soñás este tipo de cosas como para alivianarla, no sé, no sé si es así.

La rutina es como mi karma, pero muchas veces reconozco que me da paz y seguridad de que todo va bien...