viernes, 6 de junio de 2014

Distancia

A cientos de kilómetros, sentada sobre la silla tapizada de rojo, mirando cómo se encendían las luces de la ciudad, estaba Felicia tomando una copa de vino torrontés.
El día se había abrumador y era la hora, el momento de relajarse.
No resultaba fácil trabajar tan lejos de todo y de todos. 
Miraba el cielo, tan inmenso y oscuro, salpicado por un sin fin de estrellas. Era perfecto, ni una gota de viento. Abrió la ventana de aquel cuarto de hotel barato y fijó sus bellos ojos color almendra en aquel firmamento digno de un gran artista.
Recordó la primera vez que lo vió, tan inteligente, tan maduro y con esa sonrisa perfecta. No era un galán de telenovela pero lo sintió intenso. 
Revivió aquel primer beso, tan tímido y nervioso. Fue en pleno invierno. Ese beso fue una chispa divina, tan ansiado, tan alocado, tan suyo.

El cielo seguía cubriéndose estrellas. La luna, cada vez más imponente, iluminaba delicadamente el río cercano.

Felicia lo extrañaba... estaba feliz de experimentar la lejanía en su versión dulce. Recordaba cosas que había dejado por algún hueco de su memoria.

A través de ese cielo se unía en un sentimiento infinito, veloz. Esa inmensidad le daba calidez y tranquilidad.

Bebió otro sorbo de vino. Las callecitas se iban vaciando a medida de corrían las agujas del reloj. El frío comenzó a colarse entre los recovecos de la ciudad. La ventana se cerró.
Dejó la copa vacía sobre el escritorio. 

Su camisa blanca pura cayó deslizándose por su cuerpo, luego su pantalón negro tocó el piso de madera. Necesitaba despojarse de los vestigios de aquel día. 
Soltó su cabello negro y se tiró feliz a la gran cama. Todo era suave al tacto, como su piel rosada un poco pálida. Desde allí y en esa postura fresca y liberal siguió observando cada rincón del cielo oscuro.

Tomó el teléfono y marcó su número.

"Hola cariño, ¿cómo estás? La verdad que te extraño mucho..." comenzó diciendo.

No importaba aquella distancia, sus corazones estaban juntos, sus almas unidas. Su sonrisa tenía la misma luz que cualquier otra estrella perdida. 

Destellos de alegría.

1 comentario:

  1. Es refrescante que lleguen, el agua y la sal, a nuestra piel polvorienta y seca por el largo recorrido. Sí amiga, tras el duelo de la ruta suicida, llega el calor de la hoguera y una perspectiva (siempre en la lejanía, claro) de horizonte...Abrazos cariñosos, destellando señales humanas desde nuestro faro errante…

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