martes, 30 de septiembre de 2014

A Marte 11

Un nuevo día comenzaba. El sol estaba radiante. La brisa era fresca y los pájaros cantaban alegremente.
Haber dormido casi diez horas, sin despertarse angustiada por la noche, le había hecho muy bien. No tenía ojeras y hasta su cabello estaba bajo control. ¡Era como vivir un milagro de resurrección! 
Se sintió con el valor para ir a la casa de Milo.
Se fue pedaleando hasta allí, algo nerviosa. Manejaba su bicicleta con la mano derecha y con la otra sostenía su sombrero beige con una cinta turquesa. También llevaba algunas plantas y comida. No coincidan en los gustos gastronómicos. Y una casa sin plantas, no era casa. 
Apenas llegó a la casa inteligente de Milo, se dirigió hacia la habitación de él y desconectó el sistema inteligente. Fue sólo apretar en botón de OFF. 
Sobre la cómoda de la habitación había un sin fin de fotos, de todos los tamaños. Milo de pequeño con la misma mirada picarona. Milo con los trofeos que había ganado en la escuela. Milo increíblemente guapo en una foto en blanco y negro tomada por ella misma durante una de las tantas tardes en el Bosque Artificial.
Luego observó una foto de ellos dos, abrazados y sonriendo en la fiesta de cumpleaños de Brunella.
Miro al cielo a través de la ventana y le tiró un beso.
Se recostó sobre la cama inmensa ( Milo era muy revoltoso para dormir) y con su cabeza apoyada en la almohada pudo ver que encima del viejo placard había una caja de color azul. Tenía una etiqueta con una carita feliz.
Pegó un gran salto desde la cama y tomó la caja.
"¿Vas a abrirla sin permiso?" preguntó Don Silencio y prosiguió "A ti no te gustaría que Milo haga esto, ¿o sí?".
Brunella dudó unos minutos, pero a fin de cuentas, deberían ser facturas de impuestos o algunos apuntes. 
Y abrió la caja azul con carita feliz.


lunes, 29 de septiembre de 2014

A Marte 10

Aquella primera noche, tras la partida de Milo a Marte, Brunella se encontró en su habitación, sentada al borde la ventana, mirando hacia el cielo negro cubierto de estrellas.
Ya no lloraba, ya no tenía más lágrimas que derramar, acaso ni que su amor se hubiera ido para no volver...no, definitvamente no debería seguir llorando en vano.
Apenas se oían algunos pájaros cantando a lo lejos y el ruido de las hojas era poco llamativo. 
Se levantó para ir hacia su jardín, el olor a rosas y fresias la llenaban de energía. 
"Siempre estoy sola a estas horas, aquí, pero esta noche es distinta" pensó de repente.
"Pues, entonces hablemos. Tú eliges el tema Brunella" susurró Don Silencio.
"¿De qué quieres que hable, acaso no me ves como estoy? No tengo ganas de hablar". dijo ella.
"Él debe estar igual que tú, o peor, porque ni siquiera está en su lugar, sino dentro de la inmensidad infinita del espacio"

Era verdad, eso debía ser más difícil que llorar en una ventana...
Pero qué complicado era sacarse esa estúpida, y hasta egoísta, sensación de angustia, de abandono... Brunella no sentía hambre, ni sed, ni siquiera sentía cansancio, era como una pausa eterna, cómo si estuviera detenida en el tiempo y espacio.
No, mejor no pensar en nada relativo al espacio. No era cuestión de, encima, agrandar la distancia física.
Después de todo, tampoco era algo tan trágico.
"Bien querida Bru... es perfecto ese pensamiento. No dejes avanzar tus miedos". 
"No me digas Bru, para ti soy Brunella" dijo con voz firme.

Qué locura. Qué era esto de hablar con el aire...
Después de todo, en plena noche, con la ventana cerrada, la joven bebió un té de tilo y sonrió cuando se vio reflejada en el espero del pasillo de su casa.
Y ya que estaba, saludó a sus plantas, tirándoles un beso. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

A Marte 9

El día crucial había llegado.
En el sector, previo a la plataforma de salida, estaban tomados de la mano Brunella y Milo.
Ambos nerviosos, con los ojos a punto de llorar, con un montón de sensaciones flotando a su alrededor. Milo apretaba fuerte la mano de la joven ecologista. Observaba de costado cómo aquel cabello ondeado y de textura suave bailaba gracias al viento. 
Brunella, por su parte, se aferraba a cada hermoso momento compartido y, después de todo, un año pasaría volando. Este era un gran amor, ni siquiera el mejor androide femenino, con una perfección digna de la más pura envidia pero sin alma, podría romper. Por ratos el amor estallaba dentro suyo, desde lo más profundo de su ser.
El resto de la tripulación arribó a la plataforma. Uno de los comandantes, el Comandante Targus, le dio una suave palmada a Milo, en señal de que ya era hora de abordar la nave.
El ruido ensordecedor del gran cohete espacial hizo que Don Silencio huyera despavorido. 
La falda verde lima revoloteaba con las fuertes ráfagas. Las manos de los enamorados no se despegaban. Milo la miró directamente a los ojos.
"Te amo Bru, jamás lo olvides. Son trescientos sesenta y cinco días, casi vamos uno menos amor" dijo él, con la voz firme. Era bueno para mantener la compostura en este tipo de momentos.
Ella no dijo nada. Lo abrazó fuerte, respiró su perfume, para que quede grabado en su olfato. Lo miró y lo besó.
Brunella se quedó en el mismo lugar, observando cómo su amor se iba hacia la nave.
Milo antes de entrar, de dio media vuelta y la miró. Le tiró un beso desde allí.
Finalmente la puerta se cerró.
Las lágrimas de ella brotaron como ríos salvajes, sin control alguno. Lágrimas liberadas a fin de extinguir la angustia oprimida.
Dentro de la nave, el joven astrónomo dejó rodar un par de lágrimas tímidas tras su casco. 

viernes, 19 de septiembre de 2014

A Marte 8

La joven Brunella estaba sentada en el borde del tronco, al lado de la entrada del Bosque Artificial.
Yacían dentro del mismo algunos ejemplares originales de la flora verdadera, así como especies que , gracias a Dios, fueron devueltas a la vida de la mano de la ingeniería genética. Era muy difícil distinguir lo natural de lo artificial. 
Luego de las guerras, revoluciones y la contaminación sin escrúpulos de todo el ambiente al ser humano le dio algo de culpa. Eso se podía catalogar como otro milagro.
Con la invención de los androides, se pudieron limpiar ciertos ríos y volver a reforestar zonas donde la tala había sido terrible. La mayoría de los androides tenían partes recicladas. De todo lo malo que habíamos sufrido, algo bueno tenía que haber quedado.
La brisa suave cálida siempre estaba presente. Durante la mañana habían caído un par de gotas pero el sol estaba en el firmamento, radiante.
Brunella no se cansaba de ir a ese lugar. Amaba levantar su cabeza y observar las copas de los árboles, ver las flores a los costados de los senderos y escuchar el ruido propio de la Naturaleza.
Allí, en medio de esa inmensidad verde, Don Silencio era querido.

"De veras lo amas,¿verdad?" dijo él curioso.
"Claro que sí, pero no me perturbes que no quiero llorar ni ponerme triste. Voy a pasar esta tarde como una más de las tantas que pasamos y que pasaremos,¿entendido?" dijo ella respondiendo desde la voz de su cabeza.
"No estoy aquí para ponerte triste, al contrario, estoy para darte fuerzas. No quiero que tus miedos te atormenten. Serán trescientos sesenta y cinco días en los que apareceré más seguido. Tendremos largas charlas." le susurró al oído casi como la brisa misma.
"Sé que estos próximos trescientos sesenta y cinco días serán casi eternos y también sé que él es mi hombre en su totalidad. pero va a ser difícil, aún con toda la tecnología que existe para comunicarnos."  dijo ella.

Se rió de ella misma, hasta el punto de tentarse. Se acostó sobre el pasto verde y dejó cegarse por aquel maravilloso sol que dejaba a sus rayos colarse por las frondosas copas de los árboles.
Milo la observaba maravillado mientras se dirigía hacia ella.

"Quisiera tener tu mirada risueña cuando miras el cielo" dijo él, sorprendiéndola, tirándose a su lado, sobre el pasto.
"Aprende a observarlo, y más que nada, a disfrutarlo. Recuérdalo, deberías, incluso, sacarle una fotografía así te la llevas de recuerdo a Marte."  le aconsejó Brunella.
"Me llevo muchas fotos de ti, con eso me basta. Tú tienes todo lo que me hace feliz." y finalmente la besó.

Luego, ambos se tomaron de la mano y comenzaron a transitar por aquellos senderos artificiales.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

A Marte 7

Habían pasado una infinidad de minutos en presencia de la oscuridad y del maldito Don Silencio.
Milo entendió que Brunella necesitaba procesar la noticia, no era pues un androide. Era una bella mujer con alma. No se movió, hasta su respiración era casi imperceptible. Sus manos sudaban de nervios, de ganas contenidas de ir a abrazarla. Él también sufría la distancia durante un año. 
Toda victoria conlleva grandes sacrificios.
Del otro lado de la mesa de madera artificial estaba Brunella, con la mente en blanco del colapso de la noticia. Casi cuarenta y ocho horas faltaban para que Milo se fuera a Marte por un año, trescientos sesenta y cinco días...Trató de recordar los ejercicios de respiración que le habían enseñado en la escuela.
Al rato, el amor la inundó, más allá de todos sus lógicos miedos. Caminó hasta su amado, lo abrazó y ambos se quedaron en silencio.
Esa vez, Don Silencio fue más compasivo.
Una música alegre comenzó a sonar dentro de la casa.
Y otra vez el aroma a flores se mezclaba en aquella atmósfera.
Milo acarició aquel pelo castaño suave y rizado. Se miró a él mismo reflejado en los ojos de ella. La miró en su totalidad, de arriba a  abajo, de una punta a otra. Acaso era la mujer más bonita de su universo. Con esa piel dorada, suave a sus manos y que exudaba siempre olor a flores dulces. Sin embargo, la fuerza interna de esta hembra lo había hechizado. Incluso, era él mismo quien decía que ella era la del sexo fuerte. Siempre frontal, siempre aferrada a sus ideales. Siempre queriendo salvar el planeta. Brunella, además era una mujer sabia con respecto a todo lo natural, como un libro abierto. Ella creía que tantos avances tecnológicos era una aberración.
Pero en aquel momento, durante una noche cálida con la luz llena inmensa colándose por la ventana, estaba sollozando sobre sus hombros como una niña pequeña.

"Nada mejor para aliviarte que tu postre preferido: ensalada de frutas" dijo Milo a fin de salir de esa situación triste.
"Siempre sabes cómo hacerme feliz, vamos, no quiero que te arrepientas para luego comerte mi porción" dijo Brunella ya con una sonrisa.
"Tienes toda la fruta que quieras para todo el tiempo que yo esté fuera, te he preparado un sin fin de copas" le comentó feliz y orgulloso de su propio gesto.
"¡Si como todo eso, a tu regreso me confundirás con una vaca!" respondió ella con gesto exagerado.
"En ese caso, serás la más hermosa de todas las vacas" remató Milo con tono de burla sana.
Las risas coparon la cocina. Se rieron hasta que les dolía la panza. Bailaron con las copas de ensalada de frutas en la mano mientras de vez en cuando se besaban.
No tenían en mente otra cosa que disfrutar estas últimas cuarenta y ocho horas antes de la partida a Marte.

martes, 16 de septiembre de 2014

A Marte 6

Era un cálida mañana de martes, cuando los primeros rayos atravesaron la persiana de la ventana de la habitación. Brunella había llorado toda la noche. No le caía muy bien Don Silencio, ahora se había convertido en la peor compañía.
No obstante, lo alejó poniendo algo de música y cuando el agua de la pava hirvió, preparó otro té verde.
Luego de desayunar y regar las plantas (su terapia favorita), abrió las puertas de su placard y escogió el vestido más lindo que tenía. Aquel vestido rojo con pintitas blancas le gustaba mucho a Milo.
Había decidido no llorar más. No quería perturbar a Milo y oscurecerle su victoria. No, no podía hacerle ésto. 
Recogió su pelo con una cinta blanca. Brunella seguía teniendo su cara aniñada y sus mejillas de un rosa perfecto. Practicó muchas veces su sonrisa frente al espejo. 
Cortó un par de flores de su jardín y armó un lindo ramo.

Milo, nervioso y ansioso por su inminente partida, abrió el segundo mensaje del C.L.E.
Todo fue demasiado rápido, sólo restaban dos noches y comenzaría la misión a Marte.
Sabía que la noticia sería fuerte para su amada.

A la caída del sol, Brunella apareció en el living de Milo, bellísima, aunque sus ojos no ocultaban su evidente tristeza.

"Milo, no voy a mudarme a esta casa, sabes que tanta tecnología me abruma." le dijo ella, sin mirarlo casi a los ojos.

"Me voy este mismo Jueves Bru" dijo él con la voz quebrada. Intentó abrazarla pero ella se alejó de inmediato. Se sentía rebalsada. Era demasiado. El dolor le perforó el alma.

Allí estaban los dos enamorados y dolidos. A más de tres metros de distancia. Inmóviles, de tal formo que la casa inteligente apagó todas las luces.

Milo y Brunella, con sus corazones quebrados, lloraron en la oscuridad.

lunes, 15 de septiembre de 2014

A Marte 5

Al final la cena improvisada del festejo de la confirmación del C.L.E. , beso y abrazo de por medio, Brunella se fue a su casa.
Camino a ella, en su bici modelo antiquísimo, trataba de calmar su ansiedad y sus miedos. 
Todo había sucedido muy rápido. la humanidad a lo largo de los años había dado grandes paso, menos en cuestiones de los sentimientos. La mayoría de la enfermedades, gracias a Dios, tenían su cura. Menos, las cuestiones del alma. 
Respiraba bocanadas del aire tibio. Intentó cantar canciones a fin de distraerse. Pero nada sirvió. La brisa desparramaba sus lágrimas por su cara triste.
Al llegar a su casa, dejó la bicicleta en el hall de entrada y mientras corría al baño, su ropa iba cayéndose por el pasillo.
Se miró al espejo, desnuda, con los ojos hinchados de tanto llorar. Se sintió pequeña, asustada, todo era demasiado. Se había preparado para este torbellino de sucesos mas fue todo en vano. 
Cuando el agua tibia, casi más tirando a fría, la mojó, aparecieron sus rulos perdidos y pudo respirar mejor. Con sus manos apoyadas sobre la pared de la ducha, agachó su cabeza y dejó el agua correr.
Definitivamente, Brunella no iba a dejar su lugar, su casa. Ella necesitaba de este espacio suyo, con sus bonsais, sus plantas, su huerta orgánica, sus cosas. 
Iría a cuidar de vez en cuando la casa de Milo, muy tecnológica para su gusto, tal vez para no extrañarlo más allá de la normalidad. 

Luego del baño, desnuda, se sentó al borde de la ventana que daba a su pequeño jardín y bebió una taza de té verde.
Se percató que ni sus canarios cantaban, todo era triste.
Entonces apareció él, quizás su nuevo amigo... Don Silencio.

viernes, 12 de septiembre de 2014

A Marte 4

Con un sólo click, el mensaje del C.L.E. se abrió y se proyectó sobre la pared beige del living.

"Estimado Sr. Reperz

                                   Por medio de la presente tenemos el agrado de informarle que ha sido convocado para la Misión 23 destino Marte, en breve nos comunicaremos con Usted para indicar detalles.

Atte.

Círculo Latinoamericano Espacial"

Los ojos del joven astrónomo se llenaron de lágrimas de emoción, de pura alegría. Era lo que siempre había soñado.
Eran pocos los habitantes de aquel planeta, los enviados para seguir estudiándolo y prepararlo para que sea el segundo hogar de los seres humanos y androides. Con suerte podría volver a ver a su compañero de la universidad, Noah Lotart Marchic, nieto del Sr. Lotart, que luego de perder su fortuna, estudió en la cárcel y se recibió con más de 50 años en Astronomía, ya que sus fieles compañeras eran las estrellas y el firmamento infinito. Además Noah había heredado la astucia y la precisión de su abuela, la Gran Señora Marchic de Lotart, una integrante reconocida dentro de la olvidada Secretaría de Inteligencia del Estado, de un país llamado Argentina que ahora no existe.

Muchos pensamientos se cruzaban velozmente dentro de la cabeza de Milo.

Brunella lo observaba desde la habitación, también con sus ojos llorosos.

jueves, 11 de septiembre de 2014

A Marte 3

La respuesta instantánea fue un beso. Milo tomó su cintura y la subió a la mesa de la cocina. Los años de la humanidad habían pasado y el el año 2109 aún existía la pasión natural (sin provocarla mediante fármacos) y ellos eran dos jóvenes con una gran dosis de lujuria.
La joven ecologista tenía un par de piernas bien fibrosas, carnosas y firmes... todo gracias a la bicicleta primitiva. Brunella odiaba las bicicletas voladoras, ni hablar de su fastidio con los autoaviones. Su falda color verde manzana subió hacia su ombligo dejando al descubierto su parte íntima. La boca de su hombre recorría su boca, su cuello y parte de su pecho con besos sublimes, encantadores. Sus pezones se erizaban y salían al aire, a la vida como aquellas viejas islas olvidadas del Océano Atlántico.
Brunella, cargada de éxtasis, como fuera de sí, como un animal en celo, jugaba fuerte con el cabello de Milo. De a ratos buscaba sus ojos verdes, lo miraba y acercándose con una sonrisa libidinosa, metía su lengua poderosa en aquella boca dulce y amada.
El joven la alzó sobre sus hombros, sabiendo que ésto a ella le gustaba mucho, y la llevó hasta su dormitorio.
Al cruzar la puerta, automáticamente, gracias a la detección del nivel de hormonas, las luces se atenuaron y cambiaron de luz fría a luz rojiza y la música instrumental le daba ese toque de romanticismo que adoraban. Un exquisito aroma a rosas salía desde las paredes. 
Había cosas como éstas que les gustaba de las casas inteligentes.
En medio de la cama, las pieles de ambos sudaban deseo puro, natural. Humano.
La unión de cuerpos era la conexión de sus almas.
Era una de las pocas parejas humanas que se daban el lujo de llegar al orgasmo juntos, como si fuera el ritual más sagrado. Tan de ellos, tan humano.

Los androides jamás llegarían a este nivel, por más modificaciones que les realicen.

De repente, la casa notificó por voz que había un nuevo mensaje de correo en la bandeja de entrada.

Asunto: CONFIRMACION C.L.E.

Milo y Brunella se miraron y se abrazaron. 
Él se levanto de un salto de la cama para ir a ver el mensaje. Ella se quedó en la cama, cubierta con las sábanas y el olor a Milo en su piel. Acurrucada.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

A Marte 2

Luego de un sueño reparador Milo desde su cama, mediante las aplicaciones hogareñas de MiApp (el monopolio originado por la fusión en el año 2059 de Microsoft y Apple) encendía las luces y la cocina. Brunella pronto estaría llegando, seguramente con hambre.
A la caída del sol, la joven ecologista atravesaba la puerta luego de que fuera identificada mediante un rayo inofensivo que leía su iris.
Milo la recibió con dulzura y con café. Se abrazaron como siempre.

"¿Aún no tienes novedades del C.L.E , cariño?" preguntó Brunella con su cara de curiosa.
"Todavía no Bru (así la llamaba a veces), pero debe de llegar la respuesta esta semana.¿Haz pensando cómo nos manejaremos si voy todo un año a la misión?" respondió Milo, algo preocupado.

No, Brunella no quería pensar en ello. Por un lado estaba feliz de que su amor, el hombre de su vida, concretara su sueño. Él había nacido para esta misión, había estudiado en la mejor universidad del Norte. Estaba más que preparado. Por otro lado, se le oprimía el corazón de sólo pensar que pasarían un año separados. No podía concebir la idea de pasar el día libre en el Bosque de Árboles Artificiales sin Milo. 
Pero no podía ser egoísta. No, eso era terrible. Esa clase de sentimiento había llevado al colapso mundial décadas atrás. 
Recordó las guerras, el hambre, los muertos... todo porque aquellos viejos países (hoy inexistentes) se cegaron de poder, egoísmo y demás cosas nefastas.

No, debía ser fuerte. Pronto sabría si Milo era convocado o no. Si se separarían.

Mientras ella pensaba estas cosas, Milo apoyó la taza de café sobre la mesa y susurrándole al oído le dijo: "Para que no me extrañes Bru, puedes quedarte en mi casa. Es nuestra casa. Quiero que vivas conmigo".


martes, 9 de septiembre de 2014

A Marte 1

Faltaba muy poco para saber si el joven Milo Reperz era convocado a la misión 23 del C.L.E. (Círculo Latinoamericano Espacial). 
Aquel lunes primaveral (ya todo el año era primavera) del año 2109 lo encontraba ansioso y qué mejor que combatir esa sensación que la compañía de su fiel compañera de vida, la inteligente y bonita Brunella.
Se habían conocido en una de las tantas conferencias sobre los residuos espaciales y su relación con el deteriorado planeta Tierra. Brunella venía de una familia de fervientes ecologistas y su sueño era refundar el olvidado grupo "Paz Verde".
Milo era un astrónomo y experto en robótica, carrera muy común para esa época.

Ambos amaban el universo. Y también, se amaban.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 24 FINAL

Habían pasado un par de semanas desde aquella noche de locura, en todo su amplio sentido.
La prensa hacía guardia en la puerta donde se encontraba detenido el Señor Lotart, EX mega empresario. Ahora, apenas un triste hombre sombrío.
Pasaban los minutos y las horas a cuenta gotas, las noches eran frías y eternas. Los días, para él, siempre nublados y doblemente extensos, infinitos.
La policía y la S.I.D.E. (Secretaría de Inteligencia De Estado) habían desenmarañado el asunto del negocio ilegal.
Seguramente, todo su fortuna se iría al tacho de basura. Poco le importaba en realidad, sólo quería, sólo necesitaba saber de ella, la Señorita Marchic,¿estaría viva, bien?
La duda lo estaba volviendo loco.
Aquella mañana era como una de las últimas vividas. Su abogado le comentaba que la prensa estaba más tranquila, que la empresa seguía trabajando pero que tanto proveedores como acreedores ya no querían tener vínculo alguno y otras cosas relativas al juicio por venir.
Luego, el abogado desapareció y Lotart se disponía a volver a su celda, cuando el policía le dijo que no se levante porque tenía otra visita.
Al levantar la vista pudo visualizar unos delicados color uva. Pasos firmes, era ella.
Ella, como un ángel en ese lugar sucursal del infierno.

"¡Regina!¡Cómo pudiste! No entiendo nada" comenzó Lotart con cara de desesperación.

"Marco, disculpe, Señor Lotart, he venido para que vea con sus propios ojos que estoy entera, es parte de mi trabajo. Y, más allá del odio que pueda sentir hacia mi persona por desbaratar su negocio nada ético..." decía Regina  Marchic hasta que Lotart, ante la policía que estaba ya sacando su cachiporra, se lanzó sobre ella, besándola.

Y el beso fue correspondido.




FIN ♥

Gracias a todos por seguir esta historia, que me llena de mucho cariño, de corazón gracias a todos los que se tomaron un ratito para leerla, para dar un like y para comentar.
Próximamente, nos leeremos en otra historia.

Millones de gracias. Gracias por hacerme feliz y por haberme permitido originar sensaciones.

Abrazo fuerte, Laura Franch.




 

viernes, 5 de septiembre de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 23

Allí, sobre sus brazos, inconsciente yacía la valiente y admirable Regina Marchic. Las lágrimas de Marco Lotart caían una tras otra sobre aquel rostro dormido.
No le importó oír a lo lejos las sirenas de la policía. También se acercaban dos ambulancias, en cierto punto, eso fue algo reconfortante, Marchic no podía morir. No, no era justo. No podía perder a la mujer que había roto todas sus capas.
No le importó estar esposado a una piedra, porque si Regina moría, era la muerte de él también, la muerte misma. Hubiera cambiado toda su fortuna por ver aquellos ojos oscuros abrirse como pétalos de rosas al amanecer.

Cuando la policía lo arrestó, un joven oficial le recitó un sin fin de cosas que dada la circunstancia, Lotart no entendió siquiera una frase corta. Lo único que hacía era ver como cuatro médicos estaban encima del cuerpo de Marchic. Luego, la subieron en la ambulancia.

"¡Sálvenla por favor, se los suplico!" gritaba desesperado el Señor Lotart, una y otra vez.

Sólo el joven oficial, al ver que era un pobre tipo muriendo de amor, tuvo la amabilidad de acercarse.

"Cálmese señor. La Señorita Marchic se va a salvar, eso dijeron los médicos. La derivan al nosocomio más cercano de esta zona." le dijo, a fin de calmarlo.

"Gracias a Dios" dijo en voz alta y continuó llorando mientras subía al patrullero.

jueves, 4 de septiembre de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 22

"¿Sabes que es lo más me gusta de ti? Que no puedo domarte, que nunca sé cuál será tu respuesta o movimiento. Mi vida sin ti es aburrida."
Allí estaba, con el corazón en la mano el Señor Lotart, frente a la señorita Marchic.
Ambos sobre el suelo helado, a un costado de la ruta.

Una bala había herido a Marchic y eso manchaba su precioso vestido. Lotart quedó paralizado y ella, manteniendo increíblemente su postura, volvió a tomar su celular. Dijo unas cosas en códigos, abrazó a Lotart y con las últimas fuerzas, lo besó.
El Señor Lotart la besó con ese amor que jamás experimentó en su vida. Cuando apartó su rostro para contemplar a ese ángel- demonio que salvó su vida, se percató que esos ojos se iban cerrando.
Sin embargo, para su sorpresa, lo había esposado a una pequeña viga de hierro que sobresalía de una roca de cemento. 
La adrenalina, la impotencia y el miedo se apoderaron del pobre Lotart. Pero más era el dolor de ver a su amada, a la primera mujer que realmente había estallado todos sus sentidos y de la cual se había enamorado, inconsciente sobre ese piso sucio.

Marchic tenía sus preciosas y extensas pestañas bajas. No podía moverse pero oía el llanto desconsolado de Lotart. Aquel hombre omnipotente resultó ser como cualquier otro hombre. En algún punto ella también se dio cuenta de que se había vinculado más allá de lo laboral. Mas, su boca roja no podía emitir siquiera una sílaba. Eso fue todo, lo último.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 21

Sentado sobre el suelo de tierra pedregosa, al costado de la puerta del auto yacía el Señor Lotart. Una secuencia de imágenes de todo lo vivido desde que ella, la fatal Señorita Marchic había entrado a su casa, se apoderaron de su mente. 
Marchic sacó de su cartera su celular y realizo un breve llamado. Lotart no prestó atención a quién había telefoneado, seguía en su mundo.
Cuando la Señorita Marchic puso un pie sobre el suelo Lotart observó que el taco de su zapato estaba roto.

"¡Cuidado Regina! ¡No vayas a tropezar y lastimarte!" gritó en medio de la noche el Señor Lotart. Era la primera vez que la llamaba por su nombre y no por su apellido.

"¡Basta Señor Lotart!" le respondió ella. Revoleó sus zapatos finos por los aires y apenas apoyó sus delicados pies sobre el frío suelo, su cara lanzó una mueca sutil de dolor.

Aquel bello vestido negro estaba manchado de sangre. 
Desesperación, miedo, eso y mucho más sintió Lotart. Era el peor humano frente a situación extremas como ésta.

Marchic trató de restarle dramatismo al cuadro, miró fijamente a Lotart y le extendió su mano.

Cuando ambas manos se entrelazaron, cayeron de rodillas nuevamente.

Casi sin aliento.

martes, 2 de septiembre de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 20

El Señor Lotart iba tras ella, con el corazón en la boca. Jamás se había imaginado estar en peligro, cuidando de que unos asesinos no lo maten. Maldita sea la hora que firmó el contrato sucio. Y, para colmo, como un golpe certero a su orgullo machista, su vida dependía de la mujer, que encima, osó rechazarlo, qué en definitiva lo tenía a sus pies... y hasta en esta situación extrema era tremendamente sensual. 
La inteligencia, la forma de empuñar la pistola y sus movimientos hacían de esta mujer, el diablo en persona.

Rápidamente llegaron al auto azul marino de alta gama que tenía Lotart. Con la cabeza entre sus rodillas, el mega empresario, que hasta ese momento se creía un todopoderoso, ocupaba el asiento del acompañante.
La Señorita Marchic arrancó y con una mano en el volante y la otra con su arma, rompió en mil pedazos el portón del garaje. Salieron a toda velocidad.

Un sin fin de disparos se oyeron en medio de la noche.
Muchos dieron en el auto...

Al cabo de unos minutos, cuando ya los asesinos huyeron de la casa y se encontraban alejados de la ciudad, por la ruta provincial 7, Marchic y Lotart no emitían palabra alguna.
Del susto, del miedo y del pánico, el Señor Lotart lucía blanco como un papel. 

Frenaron en una estación de servicio pasando la ciudad de Luján, sobre la ruta.
El rostro de la Señorita Marchic se había transformado.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 19

La Señorita Marchic siempre ha sido muy observadora, desde muy pequeña.
Desde la ventana, mientras se ponía su vestido luego de una ducha rápida, veía a lo lejos a uno de los perros (un hermoso ejemplar de ovejero alemán) algo inquieto. Los ladridos eran cada vez peores y , de repente, cerca de una de las vallas del jardín, un par de sombras la alertaron.
El Señor Lotart, con su bata roja y su vaso de whisky en la mano se deleitaba mirándola a tras luz.
Marchic pegó media vuelta, y sacó una pistola 9 mm de su delicada cartera y levantó con una fuerza asombrosa a Lotart del sillón de la habitación. El pobre no entendía nada.

"No hable y guíeme dentro de la casa, necesito cortar el suministro de luz YA" le dijo Marchic con su típica voz fría.

Era obvio que estos hombres venían con el claro objetivo de matarlo.

Al cabo de unos pocos minutos, llegaron a la fuente principal del suministro eléctrico y Marchic, luego de observar el panel de control, bajó la perilla roja y automáticamente toda la gran casona quedó en la absoluta oscuridad. Puso a Lotart tras él.

"¿Y sin luz cómo vamos a salir?" dijo un Lotart preocupado y en un estado de nervios. "¿Qué significa todo ésto?¿Cómo tiene usted un arma, para quién trabaja Señorita Marchic? preguntaba Lotart con los ojos bien abiertos.

"Cállese, yo me ocupo de todo" dijo la Señorita Marchic sin reparos.
Colocó en su pistola un pequeño dispositivo de visión nocturna. Se movía de una manera rápida y precisa. El Señor Lotart, además de asustado, estaba fascinado ante esta faceta nueva de la intrigante Marchic.

En plena oscuridad también debían cuidarse, ya que seguramente ellos también estarían equipados de igual modo. Faltaba poco para llegar al garaje, tomar uno de los autos y tratar de salir de allí.