jueves, 8 de enero de 2015

A MARTE 28 FINAL

Habían pasado casi ocho años desde aquel último abrazo.
A las pocas semanas, Jonás y Brunella se mudaron a una ciudad cercana. Era una casa mucho más amplia y con un gran parque arbolado, cosa muy extraña para esos tiempos.
Jonás había logrado conseguir un excelente empleo en la Sociedad Botánica de Especies en Peligro de Extinción, y Brunella se había convertido en una ecóloga muy reconocida en el ambiente. 
Por otra parte, Milo y Amanda se habían casado en la Isla de Los Hermanos (Ex Malvinas, Ex Falklands, puesto que ambos gobiernos ya no existían y por ende, fueron renombradas) y vivían en la casa inteligente.
Cada uno siguió su vida, con sus altos y bajos, como es la vida misma.

Y como es la vida, con sus vueltas curiosas, o tal vez cosa del destino, Milo y Brunella se volvieron a ver una mañana cálida en la Escuela del Oeste.
Brunella estaba bella, como siempre, como si el tiempo no hubiera pasado para ella. Estaba tomada de la mano de Jonás y con su otra mano sostenía un cochecito con dos bebés preciosos, a decir, una niña y un niño con su mismo cabello, alborotado.
Ambos estaban emocionados viendo a su hijo mayor que comenzaba la escuela.
Ni ella ni su esposo se dieron cuenta de que estaban siendo observados.
Amanda tampoco se dio cuenta, estaba también emocionada de ver a su niña allí, comenzando su vida escolar.
Cantaron el himno, conocieron a su maestra y se fueron a conocer el aula.

Christopher, el hijo de Brunella se sentó al lado de Lara, la hija de Milo.
Fue allí cuando se vieron después de tanto tiempo.
Con cariño.
Ambas parejas se saludaron cordialmente y sin sentimientos oscuros o grises, observaron a los niños felices y excitados por su primer día de escuela.
Así, con esa espontaneidad tan característica de los pequeños, se habían hecho amigos.

Ambos, frutos de amores genuinos.

Fin 



A MARTE 27

Jonás observó a su novia desde el pasillo, sabía que era un correo electrónico de Milo. Se reflejaba en su mirada. En esas lágrimas que rompían ambos corazones.
No quiso interrumpirla, era un momento de ella, íntimo, de su pasado.
Brunella había fijado su vista en la pantalla de su computadora. Recordó la primera vez en aquella fiesta, los momentos vividos en la casa inteligente, las primeras noches de la misión mirando el cielo, hablando con las estrellas.
Sin embargo, bastaba con levantar la vista y ver a su nuevo amor preparando la cena. Respetando su momento, su pasado, respetándola totalmente.
Apagó la computadora. 
Abrazó fuerte a Jonás y sin decir palabra alguna tomó su abrigo, su bicicleta y fue hasta el laboratorio. Él trabajaba de noche, por lo cual no se habían cruzado desde su regreso.
Pedaleó tranquila y llegó.
Una mujer la recibió de manera fría y distante y la dirigió hacia el laboratorio B, donde estaba Milo.
Esa mujer era Amanda, quien quedó con la boca abierta al conocer, por fin, a la famosa ex de su pareja. Realmente era mucho más bella de lo que suponía, y además, directa y decidida.
Brunella y Milo se miraron después de tantas semanas separados. Después de tanta agua que corrió debajo del puente.
Se miraron un largo rato, con sus ojos llorosos Luego, un abrazo esperado, un abrazo de despedida.
No se pidieron disculpas, pues no existían razones para hacerlo.
Casi no hablaron. 
Se miraban, lloraban, se sonreían y se volvían a abrazar.
Ya no había aquel amor de antes, pero sin dudas, estas dos personas se seguían queriendo.

Finalmente, Brunella quebró el último abrazo y salió del laboratorio.
La miró a Amanda y le susurró entre sollozos:"Se merece ser muy feliz, por favor cuídalo mucho".

Mientras pedaleaba de regreso a su nuevo hogar, una sensación de libertad la envolvió de pies a cabeza.
Jonás la estaba esperando, sentado en la vereda. No le importaba el viento helado de la noche.
Ella llegó, dejó la bicicleta tirada en la calle y corrió hacia los brazos de su amado.
Abrazo de bienvenida, un empezar limpio.

A MARTE 26

De: Milo R.
Para: Brunella ♥

Asunto: No lo sé sinceramente.

"Hola Bru, la verdad no sé cómo empezar.
Ante todo gracias por cuidar mi hogar. Quise llamarte y no pude comunicarme contigo por ningún medio. Entiendo que el amor se haya disuelto ante tanta distancia (distancia en el amplio sentido). No sé si nuestra historia tenía un amor fuerte, pero sé que hemos vivido un sin fin de momentos maravillosos. Es cierto, estoy sorprendido de tu actitud de irte sin despedirte, aunque ya me han comentado algo. Me gustaría poder aclarar las cosas, por respeto a nuestra historia. 
Bru, te he amado a más no poder, eso te lo juro.
Pero yo también he conocido a una mujer que me descalibró completamente. te juro, traté de no sentir nada, pero el amor es así. Así de complicado.
No quiero hacerte daño, no quiero que te sientas engañada. Yo tampoco me siento engañado.
No sé qué sucederá con nosotros, si algún día seamos amigos, o simplemente buenos conocidos... pero siempre te querré y estarás en mi corazón.
Por favor, cerramos ésto, te lo suplico.
Mi querida Bru, por favor piénsalo.

Milo".

A MARTE 25

El tiempo había seguido su curso y tanto en Marte como en la Tierra los dos ex novios empezaban otras historias.
El astrónomo decidió sacar todas las fotografías de su ex amada, a fin de no incomodar a Amanda y para olvidarla más fácilmente. 
Brunella, por su parte, irradiaba felicidad cuando estaba junto a Jonás, era pues el compañero perfecto.
Una noche sorprendió a la bella ecologista mostrándole cómo había transformado una habitación de su casa en un vivero interno, de hecho también había armado una huerta en uno de los balcones. Era de esos hombres que regalaban este tipo de detalles.

Pero aquella mañana fría, Brunella se despertó con la noticia de que la nave de la misión estaba por aterrizar cerca del mediodía.
Jonás percibió su nerviosismo y levantándose al mismo tiempo que ella, desayunaron rápido y cruzaron hacia la casa de Milo.
No había mucho que hacer allí, estaba impecable. Dos veces por semana iban a limpiar y regar las plantas.
Repasaron los muebles (pocos) y Brunella entró al cuarto de Milo después de tanto tiempo.
Lo miró cuidadosamente, el olor y la sensación a vacío no la afectaron. Simplemente, ese ya no era su lugar.
Encendió el comando principal de la casa.
Se quedó parada mirando a la nada, ni siquiera pensaba, ni recordaba su historia y todo lo vivido en aquella casa. Jonás había vuelto a su vida maravillosa. Era lo que siempre había soñado.
Tomó a su novio de la mano y salieron.
Antes de cerrar la puerta principal, Brunella dijo:"Hasta siempre casa inteligente".

martes, 25 de noviembre de 2014

A MARTE 24

La misión a Marte estaba prevista con una duración de aproximadamente un año, sin embargo, todo había salido tan bien que era muy probable que el retorno se adelantase varios meses.
El equipo estaba integrado por personas con altos conocimientos y vocación de trabajo. La primera aldea terrícola- marciana iba viento en popa. Los androides perfeccionados durante los últimos años hacían correctamente sus tareas.
Se había realizado un microespacio donde crecían las primeras especies vegetales y eso llevaba a originar pequeños lapsos de lloviznas... dando origen a una laguna diminuta. El proceso era muy lento pero los resultados eran más que los esperados.
Todo era un rumor que corría por los pasillos y túneles de la gran nave.
Milo y Amanda estaban revisando los informes nuevos de aquel día cuando su trabajo se vio interrumpido por la voz del Capitán Oficial de la tripulación.
"Señores, por favor, presten atención"- comenzó diciendo con voz fuerte y autoritaria. " Dado el excelente trabajo durante estos pocos meses, he decidido que la misión para la cual estaban previstos adelantará su fecha de regreso. Felicidades, en una semana volveremos a nuestros hogares" finalizó su breve discurso.
El joven y su amante se miraron sorprendidos, sin pronunciar palabras.
Él, por su parte, sintió felicidad por volver a ver a Brunella, pero ¿qué le diría? ¿Qué sentiría realmente ahora que Amanda había entrado a su vida? ¿Cómo reaccionaria Amanda en caso que al pisar suelo terrestre lo de ellos se esfumara automáticamente?
Ella, optó por volver a fijar su mirada ante los informes. Sin poder concentrarse, claro.
Era muy difícil vencer el supuesto amor de Milo y Brunella. Aunque quizás no era tan así, al fin y al cabo, él la había engañado.
Luego de terminar la jornada laboral, Amanda fue hasta la cabina de Milo, en busca de un rato de caricias y buen sexo.
Lo vio apenas con el torso desnudo. Lo abrazó, oliendo su cuerpo.
Milo no tuvo reacción, no brotó el deseo de sus entrañas. Se sintió miserable y las culpas empezaron a tomar fuerzas. Amanda lo supo, y simplemente, se pegó media vuelta y se fue.

En medio de la oscuridad, mientras Milo  no frenaba sus pensamientos de toda índole, Brunella estaba feliz y plena, sentada sobre el pasto fresco, al lado de Jonás.
Ellos podrían hablar de todos los temas posibles, y la conexión era extraordinaria. El atardecer se hizo presente dándoles un marco romántico. 
Allí estaba ella, tan simple, divina como siempre, junto a un Jonás terriblemente irresistible.
Todo era perfecto. El día, ellos, ese amor flotando por el aire.
Brunella estaba algo nerviosa, sabía que luego de esa salida a orillas del río Tres, todo cambiaría.
Jonás se acercó hasta abrazarla. Ella no se movió. 
Jonás pudo rozar su nariz en la piel de ella, y ella sintió un dulce escalofrío.
En un segundo estaban besándose con ganas, con ese amor desbordante.
Aquella tarde casi noche, hicieron el amor con pleno gozo. 
Jonás sabía que ya la soledad no era su fiel compañía. No la quería más. No le importaba Milo, ni su historia pasada. Brunella era su presente. Ni siquiera se atrevía a pensar en un futuro.
Ella, la bonita ecologista, había sucumbido a su vecino. Estaba allí, abrazaba a él, admitiendo que se había enamorado. No sentía culpa por Milo, tenía tiempo de sobra para elaborar su despedida, el cierre de una hermosa relación.
Ella a partir de esa tarde, había finalizado su noviazgo con el astrónomo.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

A MARTE 23

La vida marciana transcurría según lo pautado: investigar casi ocho horas terrestres, momentos de ocio para evitar la saturación mental y otras horas destinadas al descanso.
Noah había desistido de tener alguna aventura con la tremenda Amanda. Andaba muy simpático con Emilia, otra joven investigadora del C.L.E. con quien congeniaba muy bien, en todo sentido.
Amanda y el joven Milo cada día sentían más piel el uno con el otro, muy posiblemente para combatir la soledad lejos de sus hogares, de sus seres queridos. Si había algo que le encantaba a Milo de su colega era su inteligencia y su capacidad de no mezclar los asuntos laborales con los personales. Habían dejado en claro la postura y la situación de cada uno en la Tierra, sin embargo, Milo había guardado bajo llave las fotos de Brunella.
Durante una salida de relevamiento del suelo marciano, Milo había olvidado una de las fotos enganchada a su libro de notas.
De vez en cuando sentía nostalgia y la extrañaba. 
Como broma del destino, Amanda pasó por allí a  ver si estaba su compañero y una vez dentro de la cabina sintió curiosidad de ver esa imagen impresa.
Primero, se aseguró de que nadie la viera en esa actitud muy sospechosa, cual maleante.
Luego, con sus manos temblorosas, tomó la fotografía y se asombró de ver a la famosa Brunella.
Brunella, la novia del hombre del que ella se estaba enamorando.
"Diablos, es realmente muy bonita. Tiene cara de buena, simple, realmente preciosa, ésto no me gusta mucho..." pensó refunfuñando.
Lo peor era ver la cara de Milo junto a ella, se lo veía feliz de la vida, con una sonrisa inmensa y su mirada que parecía como si estuviera viendo la misma puerta del paraíso.
Amanda dejó de lado su postura objetiva y fría, para dejar florecer su instinto de mujer, sus celos y su envidia ante Brunella.
Porque, en el fondo, Milo seguía amándola, aún sin verla ni tocarla. La maldita estaba instalada en su corazón.

A miles de kilómetros de distancia, Brunella empezaba a estar apenas una hora o dos como mucho en la casa de Milo. Más que nada iba a cuidar de las plantas que había puesto en aquella casa.
Casi sin darse cuenta, quizás de modo inconsciente, no iba al dormitorio de Milo. Evitaba pasar por ese pasillo. 
Brunella iba de su trabajo a su casa, o iba a visitar a Jonás, que la mayoría de las veces estaba esperándola con galletas orgánicas.
Los días libres se dedicaban a actividades al aire libre. Su nuevo compañero de salidas era muy bueno tomando fotografías y le fascinaba fotografiarla sin que ella se diera cuenta.
No solían encamarse siempre, pero las veces que sucumbían a sus encantos, era maravilloso.
Eran orgasmos dignos de aplausos, tan llenos de todo... Si bien ella lo había presentado (cuando se topaba con algún conocido) como su amigo, era tan buena la relación que había nacido entre ellos, que parecían la pareja perfecta.

Era cuestión de dejar fluir todo...




lunes, 17 de noviembre de 2014

A MARTE 22

Ya no le cabían dudas, ya era cierto: Jonás sentía algo por ella. Ese hombre que había aparecido casi mágicamente en su vida, en ese momento de soledad y que había borrado de un plumazo a Don Silencio finalmente había blanqueado sus sentimientos.
Aquel ser humano estaba terminando de cocinar algo en la cocina de su ¿novio? luego de abrirle su corazón. Brunella estaba con su corazón palpitando de tal manera que, por un momento, pensó que le saldría del cuerpo.
Milo, su amado novio, hacía semanas que estaba en la misión a Marte y nunca tuvo una llamada, ni un mensaje... al principio lo extrañaba horrores, pero día a día supo aprender a convivir con su ausencia. De repente apareció Jonás, un ser iluminado que vagaba solitario como ella en esta vida. 
¿Y qué le sucedía a ella con todo ésto?
¿Qué sentía?
Deseo, esa fue la primera palabra que se le vino a la mente mientras se lavaba la cara con agua helada. Sus mejillas la delataban poniéndose más rosadas.
No sabía que hacer, qué decir y no quería quedar viviendo dentro del baño. Debía dar la cara. No había escapatoria.
Tal vez sería un episodio de su vida que pronto olvidaría. 
"El cuerpo olvida, el corazón no".
Jonás estaba de espaldas a ella, se veía muy sensual cocinando. Usando el fuego, como antes de que aparecieran las cocinas inteligentes y la comida en pastillas.
Él la oyó venir, sus pasos retumbaron en la casa.
Se dio media vuelta y quedaron mirándose uno a otro, sin pronunciar palabra alguna.
Brunella dio un paso al frente. Como si fuera a tirarse al abismo.
Jonás no dejaba de mirarla. Era como si se estuviera sumergiendo dentro de sus ojos. 
Apagó el fuego.
Brunella no se movía y bajó la mirada.
Jonás se acercó y ella comenzó a estremecerse, el primer beso fue dulce, corto y con cierta timidez. El segundo vino acompañado de unas caricias. 
Esos besos de nunca acabar, uno tras otro. La piel rozándose, ardiente, exudando el olor humano en medio de la cocina.
Ni siquiera Milo le había hecho el amor de forma tan dulce y apasionada a la vez como Jonás.
Se movieron como si ya se habrían conocido, Brunella estaba maravillada por la conexión perfecta vivida. Son cosas que raras veces suceden.
Extrañamente, no sentía la más mínima culpa ante lo sucedido. Ni siquiera se sintió intimidada por haberlo hecho en la casa de Milo.
¿Acaso se estaba terminando el amor?
¿Se estaba enamorando de su vecino?
Luego de darse un baño, el joven apareció con su pelo mojado, el torso desnudo y con un jeans para terminar de cocinar y servirle el plato.
Cortó un pedazo de carne y le acercó el tenedor a la boca.
"Esto es demasiado para mí" pensaba ella, en un estado de revolución de hormonas total.
"Eres mi reina esta noche" dijo Jonás.

"Ay Jonás... qué haré con todo ésto" pensó Brunella.

"Ay Brunella, ¿qué hiciste conmigo? Yo estaba tan bien en mi soledad y apareciste en mi vida bailando mojada en la terraza de enfrente, como un hada exiliada de su mágico mundo..." pensaba Jonás.


Mientras tanto, en Marte, Milo se despertó con una sensación extraña. Agitado. Nunca le había pasado. 
Pero tampoco era culpa de haber tenido sexo con su colega.
Y tampoco pudo volver a conciliar el sueño.