miércoles, 19 de noviembre de 2014

A MARTE 23

La vida marciana transcurría según lo pautado: investigar casi ocho horas terrestres, momentos de ocio para evitar la saturación mental y otras horas destinadas al descanso.
Noah había desistido de tener alguna aventura con la tremenda Amanda. Andaba muy simpático con Emilia, otra joven investigadora del C.L.E. con quien congeniaba muy bien, en todo sentido.
Amanda y el joven Milo cada día sentían más piel el uno con el otro, muy posiblemente para combatir la soledad lejos de sus hogares, de sus seres queridos. Si había algo que le encantaba a Milo de su colega era su inteligencia y su capacidad de no mezclar los asuntos laborales con los personales. Habían dejado en claro la postura y la situación de cada uno en la Tierra, sin embargo, Milo había guardado bajo llave las fotos de Brunella.
Durante una salida de relevamiento del suelo marciano, Milo había olvidado una de las fotos enganchada a su libro de notas.
De vez en cuando sentía nostalgia y la extrañaba. 
Como broma del destino, Amanda pasó por allí a  ver si estaba su compañero y una vez dentro de la cabina sintió curiosidad de ver esa imagen impresa.
Primero, se aseguró de que nadie la viera en esa actitud muy sospechosa, cual maleante.
Luego, con sus manos temblorosas, tomó la fotografía y se asombró de ver a la famosa Brunella.
Brunella, la novia del hombre del que ella se estaba enamorando.
"Diablos, es realmente muy bonita. Tiene cara de buena, simple, realmente preciosa, ésto no me gusta mucho..." pensó refunfuñando.
Lo peor era ver la cara de Milo junto a ella, se lo veía feliz de la vida, con una sonrisa inmensa y su mirada que parecía como si estuviera viendo la misma puerta del paraíso.
Amanda dejó de lado su postura objetiva y fría, para dejar florecer su instinto de mujer, sus celos y su envidia ante Brunella.
Porque, en el fondo, Milo seguía amándola, aún sin verla ni tocarla. La maldita estaba instalada en su corazón.

A miles de kilómetros de distancia, Brunella empezaba a estar apenas una hora o dos como mucho en la casa de Milo. Más que nada iba a cuidar de las plantas que había puesto en aquella casa.
Casi sin darse cuenta, quizás de modo inconsciente, no iba al dormitorio de Milo. Evitaba pasar por ese pasillo. 
Brunella iba de su trabajo a su casa, o iba a visitar a Jonás, que la mayoría de las veces estaba esperándola con galletas orgánicas.
Los días libres se dedicaban a actividades al aire libre. Su nuevo compañero de salidas era muy bueno tomando fotografías y le fascinaba fotografiarla sin que ella se diera cuenta.
No solían encamarse siempre, pero las veces que sucumbían a sus encantos, era maravilloso.
Eran orgasmos dignos de aplausos, tan llenos de todo... Si bien ella lo había presentado (cuando se topaba con algún conocido) como su amigo, era tan buena la relación que había nacido entre ellos, que parecían la pareja perfecta.

Era cuestión de dejar fluir todo...




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