martes, 4 de noviembre de 2014

A MARTE 19

La nave aterrizó sobre suelo marciano dejando una gran nube de polvo rojo suspendida por varios minutos.
Milo estaba cumpliendo su sueño. Una lágrima tímida rodó por su mejilla cuando su pie derecho piso esa tierra rojiza y rocosa.
Gracias a los avances tecnológicos de las últimas décadas, el traje de astronauta pesado y semejante a un robot torpe y de grandes dimensiones, ya no era un problema. 
Milo llevaba una especie de traje al cuerpo, como los de buceo con microchips incrustados que le brindaban oxigeno mediante la creación de una especie de microatmósfera terrestre a su alrededor. Sin dudas, un gran invento. El invento del siglo.
El caminar sobre esa nueva superficie era más lento, pero sin dar aquellos viejos saltos de los primeros humanos allí. Se veían pocas estrellas y el cielo oscuro era intimidante e imponente. A lo lejos, podía observar las formaciones rocosas semejantes a los del Valle de la Luna, como una copia de Talampaya.
No podía creer que él estuviese allí. Se quedó parado en silencio contemplando todo a su alrededor. 
Noah bajó tras él y, como pocas veces, se quedó callado, fascinado por Marte.
Marte, ese planeta que habían estudiado miles de veces, infinidades de veces. Marte, ese lugar en el universo que los había enamorado y del cual querían lograr transformar en el segundo planeta para los seres humanos.
"Lo hemos logrado amigo" dijo emocionado Noah Lotart Marchic.
Milo sin emitir palabra alguna, lo abrazó y comenzó a caminar hacia la pequeña aldea terrestre situada al pie de esa especie de cerro de tres picos.
Mientras caminaba, recordaba la primera vez que piso un aula, con apenas seis años. Le aterraba no aprender a leer y a escribir.
Luego, rememoró sus días en la escuela primaria y la secundaria. Por aquel entonces, con casi once años de edad, Milo estaba muy interesado con temas relacionados con el universo, el espacio, los planetas y las estrellas.
Al ingresar al curso nivelatorio universitario, supo que la astromonía era su carrera, su forma de vida. Y desde allí, luchó por su sueño de ser parte de alguna misión marciana.
Brunella amaba su proyecto, su objetivo, a veces le decía que era una especie de héroe por ser partícipe de tal misión. Siempre lo alentaba, desde que empezaron a salir. 
Durante las noches eternas que Milo redactaba informes o que estudiaba nuevos informes, su joven novia le preparaba el mejor café del mundo. 
Ella lo admiraba y verlo tan concentrado le parecía una actitud muy seductora. Más de una vez, en medio de la madrugada, ella se acercaba sigilosa al escritorio y se sentaba sobre él, cruzando sus piernas.
Sus piernas torneadas, perfectas, eran su punto débil. Bastaba una mirada o roce para encender la chispa.
"Amo estos recreos mi vida" susurraba Milo en el estudio de su casa.
"Sin embargo cariño, creo que tú amas más a Marte que a mí" respondía Brunella sonriente y cansada.

Todos estos recuerdos desaparecieron al instante de que se abrió la puerta de la aldea. Una joven de cabellos rubios, casi blancos, y ojos de color azul profundo les dio la bienvenida.
"Al fin han llegado. Bienvenidos. Soy Amanda Kim, y seré su anfitriona y ayudante de la misión aquí" dijo con una sonrisa espléndida. 
Su nueva compañera tenía un traje espacial plateado pegado a su cuerpo esbelto. Sus labios bien rosados eran muy parecidos a los de Brunella.
Noah también se había quedado embobado ante Amanda. No era para menos.
La joven rubia era una mujer espectacular, agraciada por donde la mirase, y encima interesada sobre lo mismo. 
Como sea, los amigos de siempre, otra vez mirando a la misma chica. 
Como sucedió años atrás con Brunella...¿se repetiría otra vez la historia de que la mujer en cuestión prefiere a Milo?¿Lucharía Noah esta vez? Y Milo, ¿podría ser fiel en Marte?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario