jueves, 13 de noviembre de 2014

A MARTE 21

La conversación con Noah no era demasiado entretenida.
Amanda fingía estar escuchándolo sobre todas sus proezas y las investigaciones donde fue destacado.
"Es demasiado pedante" pensó, esbozando al mismo tiempo una sonrisa muy falsa.
Noah nunca se dio por aludido sobre la falta de interés hasta que ella simplemente frenó al conversación y le avisó que iría a ver un asunto referente al control de una máquina.
"Te acompaño" dijo él mientras se levantaba de la mesa.
"No, no hace falta. Te recomiendo que cenes bien, mañana serpa un arduo día de trabajo. Hasta mañana" respondió Amanda seria.
Una especie de fuego interior la sacudía, tanto que comenzó a transpirar.
Quizás se debía a que Amanda residía en Marte desde hacía casi un año. Nunca le había tocado estar cerca de un hombre que le interesara, la mayoría eran de edad mucho más mayor que ella y muy avocados a la misión. Uno un par de hombres guapos pero que, a la hora de entablar una conversación fuera del ámbito de la misión, dejaban mucho que desear.
En cambio, Milo Reperz era distinto. No era un dios del Olimpo pero tenía algo que era muy atractivo. Su forma de ser era lo mejor, dosis justas de inteligencia, simpatía y astucia.
Amanda entró a la sala de comandos de la nave principal, donde se trabajaba la mayor parte. Frente a una gran consola llena de luces de muchos colores, estaba Milo, concentrado y maravillado al mismo tiempo. Tenía fascinación por las tierras marcianas. 
Su traje le quedaba increíble.
Sin decir nada, Amanda se sentó a su lado.
"Este planeta es ideal para transformarlo en el segundo hogar de los seres humanos. Años hemos soñado con estar aquí.¿No lo crees así?" le susurró muy cerca.
"Si no pensara eso básicamente, no estaría aquí" respondió él tratando de no mirarla, era una mujer demasiado bonita.
Amanda se percató del nerviosismo que le provocaba al joven astrónomo. Eso le encantaba porque le daba pie a seguir avanzando. Puso su mano sobre la pierna de él y lo sintió temblar. Milo no supo qué hacer, no podía impedirlo... en el fondo no quiso reconocer que era un profundo placer.
La boca de su anfitriona y colega se acercó que podían compartir el oxígeno.
Fue inevitable.
Aquella boca era sabrosa, llena de lujuria, sedienta de besos apasionados. Sus lenguas se movían sublimes, como disfrutándose una a la otra. 
Pronto Amanda estaba sentada sobre y frente a Milo, comiendo su boca perfecta, feliz de estar con un hombre después de tanto tiempo.
Milo le agarró los muslos y Brunella apareció en su mente, en aquel recuerdo de haberlo hecho así, sobre la mesada de su cocina...
"No, No vete de mí amor, ahora no... es difícil de entender..." pensaba, luchando con su culpa abismal.
La alzó y la llevó a un costado de la nave donde había una pequeñísima sala de microcomandos. Apenas cabían dos personas allí dentro, pero era ideal para cometer aquel pecado de lujuria que ninguno pudo controlar.
Los jadeos de Amanda subían la temperatura del joven. No alcanzaban las manos para recorrer sus cuerpos, como niños explorando el mundo, felices, como si fueran libres. Besos y mordiscones y el oxígeno de a ratos no alcanzaba y eso los excitaba el doble.
Fueron veinte minutos gloriosos. Amanda había entrado de esta forma en la vida de Milo, una entrada candente., dispuesta a llevar hasta a donde sea esta locura.
Porque ella no pensaba abandonarlo una vez puesto sus pies en la Tierra.

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