viernes, 7 de noviembre de 2014

A MARTE 20

Ya habían pasado unos días en tierra marciana.
Amanda era una excelente colega, sabía muchas cosas y tenía una gracia particular para moverse en cámara lenta obligada. Su cuerpo perfecto era deseado fervientemente por la platea masculina, pues en la flota espacial habían pocas mujeres. Para realizar tareas prácticas estaban los androides, poco sensuales, claro.
Noah no cometió el anterior error, le dejó muy en claro a su amigo que iría por ella, más allá de la misión. 
Milo, en cambio, tenía la cabeza puesta en Marte, ese planeta que fue su sueño desde pequeño. Un cuerpo precioso no tiraría todo por la borda. Además estaba Brunella...
Durante la cena, Amanda se sentó en la misma mesa que los amigos. Noah la miraba con deseo, con ese deseo que encendía todo alrededor. Siempre con ganas de tener sexo... 
Milo se dio cuenta de que Amanda era candente, era interesante, era sumamente seductora... era en realidad, un gran peligro.
Con algo de nerviosismo, se levantó de la mesa, dejando a Noah y Amanda solos.

...

Mientras tanto, sobre la corteza terrestre, el sol asomaba despacio por el cielo celeste, colando sus rayos por la persiana del cuarto de Milo, donde dormía Brunella.
Apenas había abierto sus ojos, escuchó que alguien estaba golpeando la puerta principal. Se levantó de un salto, agarró la bata y espió por la ventana.
Era Jonás.
¿Qué quería tan temprano?
Uff, ahora la vería con cara de ocho de la mañana, despeinada, y en pijamas. 
"¡Espérame que ya me cambio!" gritó desde la ventana.
"No te preocupes amiga, traje unas tortas riquísimas para desayunar ahora, si quieres, en tu casa. Ábreme la puerta por favor" respondió Jonás mostrándole la bolsa de la casa de pasteles.
"Amiga" esa palabra le había repercutido en la cabeza, además de que era muy temprano para ser un fin de semana. Pero definitivamente, la palabra en cuestión le había molestado.
Jonás pasó  al desayunador de la casa. Era extraño y hasta algo incómodo la situación.
Él estaba con su cara hermosa frente a ella, como si fuera plena tarde, todo despabilado y activo. Lucía un jeans que le quedaba perfecto, una camisa blanca de puños con detalles en turquesa. Su perfume inundó toda la casa, era un aroma exquisito.
Verlo ahí, era como algo perverso en cierto punto, como algo que sabía que no estaba bien en el fondo. Pero lo prohibido le hacía cosquillas.
Jonás tuvo la delicadeza de preparar el té verde y cortar las porciones de las distintas tortas que había traído. Era muy sexy mirarlo en ese sentido.
Su espalda era fabulosa, perfecta...¿cómo estaba solo este hombre?.
casi sin pensarlo, sin siquiera planearlo, Brunella se acercó a él desde atrás. Un instante antes de tomarlo por los hombros, sus ojos miraron la foto de Milo junto a ella que estaba sobre la heladera blanca. Cómo si la propia casa marcara el límite.
Sintió vergüenza. Confusión entre la culpa y el deseo.
Jonás la miró consternado y la abrazó fuerte, puso su cabeza en el pecho de la perdición, oliendo su perfume embriagador.
"Me gusta Brunella, maldita sea. Pero no quiero que te sientas mal. Sé que amas a Milo, quisiera que estés conmigo durante la misión de Marte, pero suena hipócrita, incluso es muy egoísta de mi parte. Pero no quiero sufrir otra vez. No haré nada que tú no quieras" dijo Jonás "Puedo ser tu amigo, la soledad es cruel" finalizó.



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