lunes, 17 de noviembre de 2014

A MARTE 22

Ya no le cabían dudas, ya era cierto: Jonás sentía algo por ella. Ese hombre que había aparecido casi mágicamente en su vida, en ese momento de soledad y que había borrado de un plumazo a Don Silencio finalmente había blanqueado sus sentimientos.
Aquel ser humano estaba terminando de cocinar algo en la cocina de su ¿novio? luego de abrirle su corazón. Brunella estaba con su corazón palpitando de tal manera que, por un momento, pensó que le saldría del cuerpo.
Milo, su amado novio, hacía semanas que estaba en la misión a Marte y nunca tuvo una llamada, ni un mensaje... al principio lo extrañaba horrores, pero día a día supo aprender a convivir con su ausencia. De repente apareció Jonás, un ser iluminado que vagaba solitario como ella en esta vida. 
¿Y qué le sucedía a ella con todo ésto?
¿Qué sentía?
Deseo, esa fue la primera palabra que se le vino a la mente mientras se lavaba la cara con agua helada. Sus mejillas la delataban poniéndose más rosadas.
No sabía que hacer, qué decir y no quería quedar viviendo dentro del baño. Debía dar la cara. No había escapatoria.
Tal vez sería un episodio de su vida que pronto olvidaría. 
"El cuerpo olvida, el corazón no".
Jonás estaba de espaldas a ella, se veía muy sensual cocinando. Usando el fuego, como antes de que aparecieran las cocinas inteligentes y la comida en pastillas.
Él la oyó venir, sus pasos retumbaron en la casa.
Se dio media vuelta y quedaron mirándose uno a otro, sin pronunciar palabra alguna.
Brunella dio un paso al frente. Como si fuera a tirarse al abismo.
Jonás no dejaba de mirarla. Era como si se estuviera sumergiendo dentro de sus ojos. 
Apagó el fuego.
Brunella no se movía y bajó la mirada.
Jonás se acercó y ella comenzó a estremecerse, el primer beso fue dulce, corto y con cierta timidez. El segundo vino acompañado de unas caricias. 
Esos besos de nunca acabar, uno tras otro. La piel rozándose, ardiente, exudando el olor humano en medio de la cocina.
Ni siquiera Milo le había hecho el amor de forma tan dulce y apasionada a la vez como Jonás.
Se movieron como si ya se habrían conocido, Brunella estaba maravillada por la conexión perfecta vivida. Son cosas que raras veces suceden.
Extrañamente, no sentía la más mínima culpa ante lo sucedido. Ni siquiera se sintió intimidada por haberlo hecho en la casa de Milo.
¿Acaso se estaba terminando el amor?
¿Se estaba enamorando de su vecino?
Luego de darse un baño, el joven apareció con su pelo mojado, el torso desnudo y con un jeans para terminar de cocinar y servirle el plato.
Cortó un pedazo de carne y le acercó el tenedor a la boca.
"Esto es demasiado para mí" pensaba ella, en un estado de revolución de hormonas total.
"Eres mi reina esta noche" dijo Jonás.

"Ay Jonás... qué haré con todo ésto" pensó Brunella.

"Ay Brunella, ¿qué hiciste conmigo? Yo estaba tan bien en mi soledad y apareciste en mi vida bailando mojada en la terraza de enfrente, como un hada exiliada de su mágico mundo..." pensaba Jonás.


Mientras tanto, en Marte, Milo se despertó con una sensación extraña. Agitado. Nunca le había pasado. 
Pero tampoco era culpa de haber tenido sexo con su colega.
Y tampoco pudo volver a conciliar el sueño.

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