viernes, 31 de octubre de 2014

A MARTE 18

El despertador sonó a las siete de la mañana en punto.
Era un hermoso día domingo, lleno de sol, el cielo despejado y a esa hora no hacía tanto calor.
Mientras regaba sus plantas, aún con su pijama puesto y su cara dormida, aparecía sin permiso el joven atento de la noche anterior en su mente.
¿Cómo no lo había visto antes?¿Se habría mudado hace poco?¿Conocía a Milo?¿Viviría solo o con alguien más?
Muchas preguntas para horas tan tempranas. Lo mejor era comenzar a preparar el desayuno.
Un rico café (oscuro como el pelo de su vecino), tostadas con mermelada de frutillas (ese color rojo era semejante a los labios del vecino)...
"Ok, basta de este tipo en mi cabeza. Basta de mis revoluciones hormonales. Basta" pensó enfurecida.
Mientras clasificó las nuevas especies florales, ordenó ciertos archivos dentro de su jornada laboral, nadie se cruzo: ni Milo, ni Jonás ni Don Silencio.
El tema, el problema fue a la noche.
Con las altas temperaturas de esta nueva primavera ardiente, donde era común vivir con 
50 ° a la sombra, era como un homicidio dejar sin darle agua a las plantas.
En el fondo, ella sabía que era puramente una excusa y luchaba fervientemente con esa culpa que iba a apareciendo a medida que la noche avanzaba.
¿Qué culpa? Después de todo, ella no había hecho nada malo. Apenas lo había mirado y lo saludó de lejos. No hubo ni siquiera un roce, ni un apretón de manos, menos que menos, un beso de saludo.
¿Acaso se sentía culpable por no poder olvidar aquella mirada tierna de ese nuevo hombre guapo que simplemente le ayudó cuando estaba exhausta?
Respiró profundamente, agarró su bicicleta y salió tratando de distraerse con cualquier cosa que mirara. 
Aún habían negocios abiertos...
Pedaleó sin parar, desgastando esa adrenalina por no saber si se cruzaría nuevamente con Jonás. Pensó cómo lo saludaría en el caso de topárselo. Consideró que no podía ser muy seria (parecería asquerosa) ni demasiado risueña (parecería una estúpida). Se arrepintió de no ponerse algo más linda, pero al mismo tiempo, se convenció de que no era necesario, pues, después de todo, ¿por qué querría que la viera linda? Ella era así, natural, a cara lavada, con ropa cómoda.
El short de jeans ecológico, su top blanco a lunares rojos, sus sandalias realizadas de fibras naturales y su infaltable cinta (en este caso era roja) en su pelo demostraban su look descontracturado.
Llegó a destino y esta vez no quiso mirar al cielo. Tampoco quiso darse vuelta y ver si estaba Jonás del otro lado de la calle. Estaba nerviosa y cuando eso sucede en la puerta de una casa, lo más factible es que no encuentres rápido las llaves o tarjetas dentro de tu bolso, cartera o mochila. En su caso, la copia de la tarjeta.
Y fue así, que sin darse cuenta, de pronto estaba su nuevo vecino detrás suyo, mirándola de forma curiosa, riéndose en voz baja de la situación cómica desde su punto de vista.
"Si buscas tranquila, vas a encontrarla" le susurró desde atrás.
"¡Ay!¡Qué susto nene! " gritó pegando un gran salto.
"Todavía hay tiempo para tomar un café si quieres. Como para terminar el día, como la frutilla del postre. Ojo, no es una cita ni nada de eso, es que yo estoy más sólo que un preso y tú me has caído bien" dijo Jonás con una linda sonrisa que dejaba entrever sus dientes blancos perfectos.
Ella se quedó muda. No sabía qué hacer y comenzó a temblar.
"No soy un asesino serial ni un depravado. Ni siquiera te invito a mi casa, porque no corresponde. No olvides que más allá de todo, estamos en iguales condiciones, porque yo realmente no sé quién eres..." afirmó.
Tenía razón...el jodido vecino tenía razón.
"Conozco un café frente al Parque de Meteoritos, sólo un rato porque tengo que hacer varias cosas" dijo finalmente ella.
"Claro, vamos" le respondió.
Ella iba caminando con su bicicleta a su derecha y a su ¿nuevo amigo? a su izquierda.
Era una noche llena de estrellas brillantes, perfecta... pero no quería levantar la vista para no recordar a Milo.
Don Silencio apareció sin permiso, como siempre. Iban entre ellos con una risa de costado.

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