martes, 21 de octubre de 2014

A MARTE 15

Hacía poco tiempo que Jonás se había mudado al apartamento de enfrente de la casa de Milo. Desde la ventana de su dormitorio, muy amplio por cierto, observaba la calle tomando un rico té helado.
Luego de un divorcio complicado, Jonás quería vivir en paz y ese lugar parecía el indicado.
"No más novias ni esposas para mí, ahora debo pensar en mí, y aprenderé a disfrutar de la vida y de mi soledad" se dijo en sus pensamientos.
Se había enamorado de su compañera de laboratorio y al poco tiempo se volvieron inseparables. Se casaron al año siguiente. Todo así de rápido e intenso. 
Y todo lo sube rápido, baja estrepitosamente...
La rutina había terminado con su matrimonio y con su amor. Con el correr de los días, primero se esfumó como arena entre los dedos el deseo y la pasión. Ya no existía el coqueteo ni la seducción. Su ex esposa era demasiado responsable que se quedaba horas extras hasta terminar con sus labores. En cierto punto, ella era más feliz sola en su laboratorio.
Con el tiempo dejaron de esperarse para cenar. 
Jonás también estaba cansado de intentar recomponer su relación, pero una pareja funciona de a dos... que uno solo reme, es tedioso y casi imposible llegar a buen puerto.
Pero ahora estaba tratando de equilibrarse, en un nuevo lugar, con una casa nueva y con un nuevo trabajo en la Sociedad Botánica.
Todo se estaba encaminando para el nuevo y flamante divorciado...hasta que se topo con aquella mujer sencilla de piel rosada, despeinada al viento, curiosamente hablando con una plantas en la azotea.
La vecina tenía una sonrisa que iluminaba el mundo.
No era una mujer como el resto, tenía ese detalle de parecer una niña. Por un instante, mientras la observaba de lejos, la imaginó con su pelo atado con una cinta roja, jugando en un parque con unos perros.
Sus piernas eran admirables, pero más que sexy, daba la sensación de libertad, de frescura, como una belleza sin contaminantes. Belleza natural, pura.
"Es como el Amazonas" concluyó.

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