jueves, 16 de octubre de 2014

A MARTE 14

Los días pasaban, todos muy similares, todos cálidos con lluvias nocturnas...
Brunella se había organizado para pasar por la casa de Milo, al menos, dos veces por semana. No le gustaba mucho la idea de estar sola en esa casa tan grande, aunque sin su sistema inteligente encendido, era más normal, según su criterio.
Cada vez que entraba al dormitorio de su novio recordaba los buenos momentos. Recordaba cada lunar de la espalda de su hombre, su aroma, su forma de mirarla y de tocarla. Frenaba ahí mismo esos pensamientos, porque no valía la pena encender algo que no sería consumado. Ni siquiera pensaba en tocarse ella misma allí, no se sentía cómoda.
Siempre sentía que la casa, o quizás algún espíritu la estaba observando.
Optó por abrir las ventanas de par en par, prefería la luz natural a la artificial. El mundo era demasiado artificial desde su punto de vista. El viento, algo más fuerte que la brisa cotidiana de esa hora, sacó ese olor a encierro.  Milo era extremadamente ordenado y estructurado. A esa casa le faltaba un toque de frescura, los detalles que una mujer puede darle, esa calidez, ese color de vida.
"Al diablo con todo, voy a cambiar esta casa a mi gusto" pensó Brunella.
"Haces bien, esto de venir aquí es muy aburrido y no me queda otra cosa que hacerme presente, y tú no quieres hablarme" le susurró Don Silencio.
En cuarenta minutos fue a su casa y volvió con un canasto lleno de flores de todos los colores. También trajo un par de floreros que ella misma había hecho con barro provenientes del Volcán Lanín.
Al cabo de unas semanas, la casa era otra.
Había detalles de colores en almohadones, en las flores que, además, impregnaban el lugar con un aroma fresco y dulce. Se tomó el atrevimiento de cambiar algunas viejas fotos, por otras más recientes. Cambió las viejas cortinas beige por otras de tonos turquesas y borrabinos. Ella estaba mucho más a gusto ahora.
Sin embargo, no existía una noche sin que se fuera a dormir sin tirarle un beso al cielo.

Y fue durante una de esas noches que Brunella subía a la azotea a besar el cielo que Jonás la observó curiosamente desde la ventana de su living.

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