martes, 30 de septiembre de 2014

A Marte 11

Un nuevo día comenzaba. El sol estaba radiante. La brisa era fresca y los pájaros cantaban alegremente.
Haber dormido casi diez horas, sin despertarse angustiada por la noche, le había hecho muy bien. No tenía ojeras y hasta su cabello estaba bajo control. ¡Era como vivir un milagro de resurrección! 
Se sintió con el valor para ir a la casa de Milo.
Se fue pedaleando hasta allí, algo nerviosa. Manejaba su bicicleta con la mano derecha y con la otra sostenía su sombrero beige con una cinta turquesa. También llevaba algunas plantas y comida. No coincidan en los gustos gastronómicos. Y una casa sin plantas, no era casa. 
Apenas llegó a la casa inteligente de Milo, se dirigió hacia la habitación de él y desconectó el sistema inteligente. Fue sólo apretar en botón de OFF. 
Sobre la cómoda de la habitación había un sin fin de fotos, de todos los tamaños. Milo de pequeño con la misma mirada picarona. Milo con los trofeos que había ganado en la escuela. Milo increíblemente guapo en una foto en blanco y negro tomada por ella misma durante una de las tantas tardes en el Bosque Artificial.
Luego observó una foto de ellos dos, abrazados y sonriendo en la fiesta de cumpleaños de Brunella.
Miro al cielo a través de la ventana y le tiró un beso.
Se recostó sobre la cama inmensa ( Milo era muy revoltoso para dormir) y con su cabeza apoyada en la almohada pudo ver que encima del viejo placard había una caja de color azul. Tenía una etiqueta con una carita feliz.
Pegó un gran salto desde la cama y tomó la caja.
"¿Vas a abrirla sin permiso?" preguntó Don Silencio y prosiguió "A ti no te gustaría que Milo haga esto, ¿o sí?".
Brunella dudó unos minutos, pero a fin de cuentas, deberían ser facturas de impuestos o algunos apuntes. 
Y abrió la caja azul con carita feliz.


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