martes, 13 de mayo de 2014

Delivery

Si hay algo que me produce escalofríos, es la coincidencia entre sueños y realidad.
A veces lo catalogo como "conexión". A veces, no sé qué nombre darle.

Todo comienza con mi ubicación en un departamento.
Era luminoso, el color beige predominada armoniosamente en todos los ambientes.
Creo que estaba en un segundo piso y la vista daba a una piscina de medio pelo. Recuerdo haber visto algo de verde, así que supongo debía ser un parque.

De repente, de la nada, alguien toca la puerta.
Nunca abran la puerta sin saber quién está del otro lado. Yo, hice lo contrario.
Frente a mí estaba aquel muchacho del supermercado que me había llamado la atención. Su mirada, tu torso trabajado, el tono de su voz. Sí, me había llamado la atención.
Me traía el pedido del súper, pero también escondía algo más.
Me quedé petrificada cuando me tomó la cara con sus manos. Las palabras no salían de mi boca, era como caer en un estado de embobamiento total.
No pensé en mi novio que estaba caminando por la ciudad, no pensé en nada.
Sólo sentí como una ola de calor recorriendo mi cuerpo.
Frente al ventanal, estaba aquel hombre sin nombre y yo apasionados. Él me cubría el cuello de besos suaves. 
Al darme vuelta, mi boca quedó frente a la suya.Caemos arrodillados al suelo beige.

"¿Qué está pasando?" dice mi novio con cara de no entender absolutamente nada.
Se me ocurre la brillante estupidez de explicarle que el chico del delivery del supermercado se había desmayado justo frente a mí. El pibe me siguió la corriente, quedó tumbado en el piso por unos minutos, luego se levantó, se disculpó y desapareció.

Mi novio no es ningún tonto, podía ver mi cara de culpa total.
No pude mentir y le conté del beso.
La culpa que brotaba de mí era insoportable. No dudo en gritarme tanto que los vecinos salieron a ver qué pasaba. Nunca olvidaré las caras y las miradas de toda su familia. Estábamos vacacionando todos en la misma zona.


Desperté agitada.

A mi lado estaba mi novio, durmiendo plácidamente, como si nada. Lo desperté con besos, feliz de que sólo haya sido un sueño.
Quizás fue porque a veces la rutina te atrofia el cerebro y soñás este tipo de cosas como para alivianarla, no sé, no sé si es así.

La rutina es como mi karma, pero muchas veces reconozco que me da paz y seguridad de que todo va bien...



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