martes, 25 de noviembre de 2014

A MARTE 24

La misión a Marte estaba prevista con una duración de aproximadamente un año, sin embargo, todo había salido tan bien que era muy probable que el retorno se adelantase varios meses.
El equipo estaba integrado por personas con altos conocimientos y vocación de trabajo. La primera aldea terrícola- marciana iba viento en popa. Los androides perfeccionados durante los últimos años hacían correctamente sus tareas.
Se había realizado un microespacio donde crecían las primeras especies vegetales y eso llevaba a originar pequeños lapsos de lloviznas... dando origen a una laguna diminuta. El proceso era muy lento pero los resultados eran más que los esperados.
Todo era un rumor que corría por los pasillos y túneles de la gran nave.
Milo y Amanda estaban revisando los informes nuevos de aquel día cuando su trabajo se vio interrumpido por la voz del Capitán Oficial de la tripulación.
"Señores, por favor, presten atención"- comenzó diciendo con voz fuerte y autoritaria. " Dado el excelente trabajo durante estos pocos meses, he decidido que la misión para la cual estaban previstos adelantará su fecha de regreso. Felicidades, en una semana volveremos a nuestros hogares" finalizó su breve discurso.
El joven y su amante se miraron sorprendidos, sin pronunciar palabras.
Él, por su parte, sintió felicidad por volver a ver a Brunella, pero ¿qué le diría? ¿Qué sentiría realmente ahora que Amanda había entrado a su vida? ¿Cómo reaccionaria Amanda en caso que al pisar suelo terrestre lo de ellos se esfumara automáticamente?
Ella, optó por volver a fijar su mirada ante los informes. Sin poder concentrarse, claro.
Era muy difícil vencer el supuesto amor de Milo y Brunella. Aunque quizás no era tan así, al fin y al cabo, él la había engañado.
Luego de terminar la jornada laboral, Amanda fue hasta la cabina de Milo, en busca de un rato de caricias y buen sexo.
Lo vio apenas con el torso desnudo. Lo abrazó, oliendo su cuerpo.
Milo no tuvo reacción, no brotó el deseo de sus entrañas. Se sintió miserable y las culpas empezaron a tomar fuerzas. Amanda lo supo, y simplemente, se pegó media vuelta y se fue.

En medio de la oscuridad, mientras Milo  no frenaba sus pensamientos de toda índole, Brunella estaba feliz y plena, sentada sobre el pasto fresco, al lado de Jonás.
Ellos podrían hablar de todos los temas posibles, y la conexión era extraordinaria. El atardecer se hizo presente dándoles un marco romántico. 
Allí estaba ella, tan simple, divina como siempre, junto a un Jonás terriblemente irresistible.
Todo era perfecto. El día, ellos, ese amor flotando por el aire.
Brunella estaba algo nerviosa, sabía que luego de esa salida a orillas del río Tres, todo cambiaría.
Jonás se acercó hasta abrazarla. Ella no se movió. 
Jonás pudo rozar su nariz en la piel de ella, y ella sintió un dulce escalofrío.
En un segundo estaban besándose con ganas, con ese amor desbordante.
Aquella tarde casi noche, hicieron el amor con pleno gozo. 
Jonás sabía que ya la soledad no era su fiel compañía. No la quería más. No le importaba Milo, ni su historia pasada. Brunella era su presente. Ni siquiera se atrevía a pensar en un futuro.
Ella, la bonita ecologista, había sucumbido a su vecino. Estaba allí, abrazaba a él, admitiendo que se había enamorado. No sentía culpa por Milo, tenía tiempo de sobra para elaborar su despedida, el cierre de una hermosa relación.
Ella a partir de esa tarde, había finalizado su noviazgo con el astrónomo.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

A MARTE 23

La vida marciana transcurría según lo pautado: investigar casi ocho horas terrestres, momentos de ocio para evitar la saturación mental y otras horas destinadas al descanso.
Noah había desistido de tener alguna aventura con la tremenda Amanda. Andaba muy simpático con Emilia, otra joven investigadora del C.L.E. con quien congeniaba muy bien, en todo sentido.
Amanda y el joven Milo cada día sentían más piel el uno con el otro, muy posiblemente para combatir la soledad lejos de sus hogares, de sus seres queridos. Si había algo que le encantaba a Milo de su colega era su inteligencia y su capacidad de no mezclar los asuntos laborales con los personales. Habían dejado en claro la postura y la situación de cada uno en la Tierra, sin embargo, Milo había guardado bajo llave las fotos de Brunella.
Durante una salida de relevamiento del suelo marciano, Milo había olvidado una de las fotos enganchada a su libro de notas.
De vez en cuando sentía nostalgia y la extrañaba. 
Como broma del destino, Amanda pasó por allí a  ver si estaba su compañero y una vez dentro de la cabina sintió curiosidad de ver esa imagen impresa.
Primero, se aseguró de que nadie la viera en esa actitud muy sospechosa, cual maleante.
Luego, con sus manos temblorosas, tomó la fotografía y se asombró de ver a la famosa Brunella.
Brunella, la novia del hombre del que ella se estaba enamorando.
"Diablos, es realmente muy bonita. Tiene cara de buena, simple, realmente preciosa, ésto no me gusta mucho..." pensó refunfuñando.
Lo peor era ver la cara de Milo junto a ella, se lo veía feliz de la vida, con una sonrisa inmensa y su mirada que parecía como si estuviera viendo la misma puerta del paraíso.
Amanda dejó de lado su postura objetiva y fría, para dejar florecer su instinto de mujer, sus celos y su envidia ante Brunella.
Porque, en el fondo, Milo seguía amándola, aún sin verla ni tocarla. La maldita estaba instalada en su corazón.

A miles de kilómetros de distancia, Brunella empezaba a estar apenas una hora o dos como mucho en la casa de Milo. Más que nada iba a cuidar de las plantas que había puesto en aquella casa.
Casi sin darse cuenta, quizás de modo inconsciente, no iba al dormitorio de Milo. Evitaba pasar por ese pasillo. 
Brunella iba de su trabajo a su casa, o iba a visitar a Jonás, que la mayoría de las veces estaba esperándola con galletas orgánicas.
Los días libres se dedicaban a actividades al aire libre. Su nuevo compañero de salidas era muy bueno tomando fotografías y le fascinaba fotografiarla sin que ella se diera cuenta.
No solían encamarse siempre, pero las veces que sucumbían a sus encantos, era maravilloso.
Eran orgasmos dignos de aplausos, tan llenos de todo... Si bien ella lo había presentado (cuando se topaba con algún conocido) como su amigo, era tan buena la relación que había nacido entre ellos, que parecían la pareja perfecta.

Era cuestión de dejar fluir todo...




lunes, 17 de noviembre de 2014

A MARTE 22

Ya no le cabían dudas, ya era cierto: Jonás sentía algo por ella. Ese hombre que había aparecido casi mágicamente en su vida, en ese momento de soledad y que había borrado de un plumazo a Don Silencio finalmente había blanqueado sus sentimientos.
Aquel ser humano estaba terminando de cocinar algo en la cocina de su ¿novio? luego de abrirle su corazón. Brunella estaba con su corazón palpitando de tal manera que, por un momento, pensó que le saldría del cuerpo.
Milo, su amado novio, hacía semanas que estaba en la misión a Marte y nunca tuvo una llamada, ni un mensaje... al principio lo extrañaba horrores, pero día a día supo aprender a convivir con su ausencia. De repente apareció Jonás, un ser iluminado que vagaba solitario como ella en esta vida. 
¿Y qué le sucedía a ella con todo ésto?
¿Qué sentía?
Deseo, esa fue la primera palabra que se le vino a la mente mientras se lavaba la cara con agua helada. Sus mejillas la delataban poniéndose más rosadas.
No sabía que hacer, qué decir y no quería quedar viviendo dentro del baño. Debía dar la cara. No había escapatoria.
Tal vez sería un episodio de su vida que pronto olvidaría. 
"El cuerpo olvida, el corazón no".
Jonás estaba de espaldas a ella, se veía muy sensual cocinando. Usando el fuego, como antes de que aparecieran las cocinas inteligentes y la comida en pastillas.
Él la oyó venir, sus pasos retumbaron en la casa.
Se dio media vuelta y quedaron mirándose uno a otro, sin pronunciar palabra alguna.
Brunella dio un paso al frente. Como si fuera a tirarse al abismo.
Jonás no dejaba de mirarla. Era como si se estuviera sumergiendo dentro de sus ojos. 
Apagó el fuego.
Brunella no se movía y bajó la mirada.
Jonás se acercó y ella comenzó a estremecerse, el primer beso fue dulce, corto y con cierta timidez. El segundo vino acompañado de unas caricias. 
Esos besos de nunca acabar, uno tras otro. La piel rozándose, ardiente, exudando el olor humano en medio de la cocina.
Ni siquiera Milo le había hecho el amor de forma tan dulce y apasionada a la vez como Jonás.
Se movieron como si ya se habrían conocido, Brunella estaba maravillada por la conexión perfecta vivida. Son cosas que raras veces suceden.
Extrañamente, no sentía la más mínima culpa ante lo sucedido. Ni siquiera se sintió intimidada por haberlo hecho en la casa de Milo.
¿Acaso se estaba terminando el amor?
¿Se estaba enamorando de su vecino?
Luego de darse un baño, el joven apareció con su pelo mojado, el torso desnudo y con un jeans para terminar de cocinar y servirle el plato.
Cortó un pedazo de carne y le acercó el tenedor a la boca.
"Esto es demasiado para mí" pensaba ella, en un estado de revolución de hormonas total.
"Eres mi reina esta noche" dijo Jonás.

"Ay Jonás... qué haré con todo ésto" pensó Brunella.

"Ay Brunella, ¿qué hiciste conmigo? Yo estaba tan bien en mi soledad y apareciste en mi vida bailando mojada en la terraza de enfrente, como un hada exiliada de su mágico mundo..." pensaba Jonás.


Mientras tanto, en Marte, Milo se despertó con una sensación extraña. Agitado. Nunca le había pasado. 
Pero tampoco era culpa de haber tenido sexo con su colega.
Y tampoco pudo volver a conciliar el sueño.

jueves, 13 de noviembre de 2014

A MARTE 21

La conversación con Noah no era demasiado entretenida.
Amanda fingía estar escuchándolo sobre todas sus proezas y las investigaciones donde fue destacado.
"Es demasiado pedante" pensó, esbozando al mismo tiempo una sonrisa muy falsa.
Noah nunca se dio por aludido sobre la falta de interés hasta que ella simplemente frenó al conversación y le avisó que iría a ver un asunto referente al control de una máquina.
"Te acompaño" dijo él mientras se levantaba de la mesa.
"No, no hace falta. Te recomiendo que cenes bien, mañana serpa un arduo día de trabajo. Hasta mañana" respondió Amanda seria.
Una especie de fuego interior la sacudía, tanto que comenzó a transpirar.
Quizás se debía a que Amanda residía en Marte desde hacía casi un año. Nunca le había tocado estar cerca de un hombre que le interesara, la mayoría eran de edad mucho más mayor que ella y muy avocados a la misión. Uno un par de hombres guapos pero que, a la hora de entablar una conversación fuera del ámbito de la misión, dejaban mucho que desear.
En cambio, Milo Reperz era distinto. No era un dios del Olimpo pero tenía algo que era muy atractivo. Su forma de ser era lo mejor, dosis justas de inteligencia, simpatía y astucia.
Amanda entró a la sala de comandos de la nave principal, donde se trabajaba la mayor parte. Frente a una gran consola llena de luces de muchos colores, estaba Milo, concentrado y maravillado al mismo tiempo. Tenía fascinación por las tierras marcianas. 
Su traje le quedaba increíble.
Sin decir nada, Amanda se sentó a su lado.
"Este planeta es ideal para transformarlo en el segundo hogar de los seres humanos. Años hemos soñado con estar aquí.¿No lo crees así?" le susurró muy cerca.
"Si no pensara eso básicamente, no estaría aquí" respondió él tratando de no mirarla, era una mujer demasiado bonita.
Amanda se percató del nerviosismo que le provocaba al joven astrónomo. Eso le encantaba porque le daba pie a seguir avanzando. Puso su mano sobre la pierna de él y lo sintió temblar. Milo no supo qué hacer, no podía impedirlo... en el fondo no quiso reconocer que era un profundo placer.
La boca de su anfitriona y colega se acercó que podían compartir el oxígeno.
Fue inevitable.
Aquella boca era sabrosa, llena de lujuria, sedienta de besos apasionados. Sus lenguas se movían sublimes, como disfrutándose una a la otra. 
Pronto Amanda estaba sentada sobre y frente a Milo, comiendo su boca perfecta, feliz de estar con un hombre después de tanto tiempo.
Milo le agarró los muslos y Brunella apareció en su mente, en aquel recuerdo de haberlo hecho así, sobre la mesada de su cocina...
"No, No vete de mí amor, ahora no... es difícil de entender..." pensaba, luchando con su culpa abismal.
La alzó y la llevó a un costado de la nave donde había una pequeñísima sala de microcomandos. Apenas cabían dos personas allí dentro, pero era ideal para cometer aquel pecado de lujuria que ninguno pudo controlar.
Los jadeos de Amanda subían la temperatura del joven. No alcanzaban las manos para recorrer sus cuerpos, como niños explorando el mundo, felices, como si fueran libres. Besos y mordiscones y el oxígeno de a ratos no alcanzaba y eso los excitaba el doble.
Fueron veinte minutos gloriosos. Amanda había entrado de esta forma en la vida de Milo, una entrada candente., dispuesta a llevar hasta a donde sea esta locura.
Porque ella no pensaba abandonarlo una vez puesto sus pies en la Tierra.

viernes, 7 de noviembre de 2014

A MARTE 20

Ya habían pasado unos días en tierra marciana.
Amanda era una excelente colega, sabía muchas cosas y tenía una gracia particular para moverse en cámara lenta obligada. Su cuerpo perfecto era deseado fervientemente por la platea masculina, pues en la flota espacial habían pocas mujeres. Para realizar tareas prácticas estaban los androides, poco sensuales, claro.
Noah no cometió el anterior error, le dejó muy en claro a su amigo que iría por ella, más allá de la misión. 
Milo, en cambio, tenía la cabeza puesta en Marte, ese planeta que fue su sueño desde pequeño. Un cuerpo precioso no tiraría todo por la borda. Además estaba Brunella...
Durante la cena, Amanda se sentó en la misma mesa que los amigos. Noah la miraba con deseo, con ese deseo que encendía todo alrededor. Siempre con ganas de tener sexo... 
Milo se dio cuenta de que Amanda era candente, era interesante, era sumamente seductora... era en realidad, un gran peligro.
Con algo de nerviosismo, se levantó de la mesa, dejando a Noah y Amanda solos.

...

Mientras tanto, sobre la corteza terrestre, el sol asomaba despacio por el cielo celeste, colando sus rayos por la persiana del cuarto de Milo, donde dormía Brunella.
Apenas había abierto sus ojos, escuchó que alguien estaba golpeando la puerta principal. Se levantó de un salto, agarró la bata y espió por la ventana.
Era Jonás.
¿Qué quería tan temprano?
Uff, ahora la vería con cara de ocho de la mañana, despeinada, y en pijamas. 
"¡Espérame que ya me cambio!" gritó desde la ventana.
"No te preocupes amiga, traje unas tortas riquísimas para desayunar ahora, si quieres, en tu casa. Ábreme la puerta por favor" respondió Jonás mostrándole la bolsa de la casa de pasteles.
"Amiga" esa palabra le había repercutido en la cabeza, además de que era muy temprano para ser un fin de semana. Pero definitivamente, la palabra en cuestión le había molestado.
Jonás pasó  al desayunador de la casa. Era extraño y hasta algo incómodo la situación.
Él estaba con su cara hermosa frente a ella, como si fuera plena tarde, todo despabilado y activo. Lucía un jeans que le quedaba perfecto, una camisa blanca de puños con detalles en turquesa. Su perfume inundó toda la casa, era un aroma exquisito.
Verlo ahí, era como algo perverso en cierto punto, como algo que sabía que no estaba bien en el fondo. Pero lo prohibido le hacía cosquillas.
Jonás tuvo la delicadeza de preparar el té verde y cortar las porciones de las distintas tortas que había traído. Era muy sexy mirarlo en ese sentido.
Su espalda era fabulosa, perfecta...¿cómo estaba solo este hombre?.
casi sin pensarlo, sin siquiera planearlo, Brunella se acercó a él desde atrás. Un instante antes de tomarlo por los hombros, sus ojos miraron la foto de Milo junto a ella que estaba sobre la heladera blanca. Cómo si la propia casa marcara el límite.
Sintió vergüenza. Confusión entre la culpa y el deseo.
Jonás la miró consternado y la abrazó fuerte, puso su cabeza en el pecho de la perdición, oliendo su perfume embriagador.
"Me gusta Brunella, maldita sea. Pero no quiero que te sientas mal. Sé que amas a Milo, quisiera que estés conmigo durante la misión de Marte, pero suena hipócrita, incluso es muy egoísta de mi parte. Pero no quiero sufrir otra vez. No haré nada que tú no quieras" dijo Jonás "Puedo ser tu amigo, la soledad es cruel" finalizó.



martes, 4 de noviembre de 2014

A MARTE 19

La nave aterrizó sobre suelo marciano dejando una gran nube de polvo rojo suspendida por varios minutos.
Milo estaba cumpliendo su sueño. Una lágrima tímida rodó por su mejilla cuando su pie derecho piso esa tierra rojiza y rocosa.
Gracias a los avances tecnológicos de las últimas décadas, el traje de astronauta pesado y semejante a un robot torpe y de grandes dimensiones, ya no era un problema. 
Milo llevaba una especie de traje al cuerpo, como los de buceo con microchips incrustados que le brindaban oxigeno mediante la creación de una especie de microatmósfera terrestre a su alrededor. Sin dudas, un gran invento. El invento del siglo.
El caminar sobre esa nueva superficie era más lento, pero sin dar aquellos viejos saltos de los primeros humanos allí. Se veían pocas estrellas y el cielo oscuro era intimidante e imponente. A lo lejos, podía observar las formaciones rocosas semejantes a los del Valle de la Luna, como una copia de Talampaya.
No podía creer que él estuviese allí. Se quedó parado en silencio contemplando todo a su alrededor. 
Noah bajó tras él y, como pocas veces, se quedó callado, fascinado por Marte.
Marte, ese planeta que habían estudiado miles de veces, infinidades de veces. Marte, ese lugar en el universo que los había enamorado y del cual querían lograr transformar en el segundo planeta para los seres humanos.
"Lo hemos logrado amigo" dijo emocionado Noah Lotart Marchic.
Milo sin emitir palabra alguna, lo abrazó y comenzó a caminar hacia la pequeña aldea terrestre situada al pie de esa especie de cerro de tres picos.
Mientras caminaba, recordaba la primera vez que piso un aula, con apenas seis años. Le aterraba no aprender a leer y a escribir.
Luego, rememoró sus días en la escuela primaria y la secundaria. Por aquel entonces, con casi once años de edad, Milo estaba muy interesado con temas relacionados con el universo, el espacio, los planetas y las estrellas.
Al ingresar al curso nivelatorio universitario, supo que la astromonía era su carrera, su forma de vida. Y desde allí, luchó por su sueño de ser parte de alguna misión marciana.
Brunella amaba su proyecto, su objetivo, a veces le decía que era una especie de héroe por ser partícipe de tal misión. Siempre lo alentaba, desde que empezaron a salir. 
Durante las noches eternas que Milo redactaba informes o que estudiaba nuevos informes, su joven novia le preparaba el mejor café del mundo. 
Ella lo admiraba y verlo tan concentrado le parecía una actitud muy seductora. Más de una vez, en medio de la madrugada, ella se acercaba sigilosa al escritorio y se sentaba sobre él, cruzando sus piernas.
Sus piernas torneadas, perfectas, eran su punto débil. Bastaba una mirada o roce para encender la chispa.
"Amo estos recreos mi vida" susurraba Milo en el estudio de su casa.
"Sin embargo cariño, creo que tú amas más a Marte que a mí" respondía Brunella sonriente y cansada.

Todos estos recuerdos desaparecieron al instante de que se abrió la puerta de la aldea. Una joven de cabellos rubios, casi blancos, y ojos de color azul profundo les dio la bienvenida.
"Al fin han llegado. Bienvenidos. Soy Amanda Kim, y seré su anfitriona y ayudante de la misión aquí" dijo con una sonrisa espléndida. 
Su nueva compañera tenía un traje espacial plateado pegado a su cuerpo esbelto. Sus labios bien rosados eran muy parecidos a los de Brunella.
Noah también se había quedado embobado ante Amanda. No era para menos.
La joven rubia era una mujer espectacular, agraciada por donde la mirase, y encima interesada sobre lo mismo. 
Como sea, los amigos de siempre, otra vez mirando a la misma chica. 
Como sucedió años atrás con Brunella...¿se repetiría otra vez la historia de que la mujer en cuestión prefiere a Milo?¿Lucharía Noah esta vez? Y Milo, ¿podría ser fiel en Marte?.