lunes, 26 de mayo de 2014

Unilateral

Bernardo se había levantado con hambre. La mudanza lo había dejado exhausto.
La heladera aún no estaba enchufada y la idea de no tener nada para desayunar sencillamente lo puso de mal humor.
Salió a recorrer su nuevo barrio. Era muy similar al anterior: mañanas silenciosas, veredas con árboles, calles angostas. Las casas, la mayoría, de estilo americano. Había escogido aquel lugar por la calidez de la gente. Le gustaba eso de cruzarse con sus vecinos y saber sus nombres, y que ellos lo saludaran con cariño. Incluso Doña Beatriz, una de las vecinas más antiguas, le había regalado un bizcochuelo de vainilla para darle la bienvenida.

Halló un mercado a pocas cuadras de su nueva casa. Compró lo básico y llegó a la caja.
Bernardo no era de sorprenderse a menudo, pero cuando vió a la cajera, se quedó pasmado.
Nunca había visto unos ojos color café tan profundos. Nunca un perfume barato le había parecido exquisito. Luna, la cajera, además de ser una mujer muy bonita, era muy simpática.

Los meses pasaron y entre ellos nació una gran amistad. Bernardo nunca le dijo sobre sus verdaderos sentimientos. Iba al mercado a comprar desde un encendedor hasta lo más insólito. Cualquier excusa era buena.

Hasta que un buen día, entre risas y chistes, la invitó a salir. Una salida entre amigos, él le había dicho que también iban unos compañeros y compañeras del trabajo, para que no sintiera que era una "cita". Luna aceptó.

Arrebatada, Luna se presentó un rato antes en lo de Bernardo porque sino no conseguía remis. No avisó porque hacía poco le habían robado su celular. Bernardo no lo podía creer: si era linda en su versión "cajera", ahora que estaba maquillada y arreglada, era simplemente una diosa caída del cielo.

Una vez dentro del boliche y ya adaptada al grupo de Bernardo, Luna no dejaba de bailar al sonido de cada tema que pasaba de DJ.
Era el momento perfecto para rozar su cuerpo, para embriagarse con ese perfume barato.

Bernardo juntó todo el valor y la besó. Luna, también lo beso, quizás embriagada de tantas copas. El muchacho nunca se había sentido así, feliz, tenía esa estúpida sensación que Luna era la mujer de su vida.

No pasó más nada. Ella se fue antes porque el alcohol había echo efecto....

Esa madrugada, Bernardo no pudo dormir de la alegría que tenía. Esperó ansioso al día siguiente.
Pero Luna nunca fue a trabajar. Ni ese día, ni la día siguiente. Ni al otro.
La dueña del mercado la había despedido porque no soportaba que todos la quisieran.

Y todo se volvió triste.
El mercado sin Luna, no era el mismo.
A los meses, el mercado no abrió. La gente comenzó a comprar en un hipermercado a pocas cuadras.
Bernardo no volvió porque extrañaba a Luna.
Luna jamás volvió a comunicarse....hasta que luego de muchos meses, mandó una solicitud de Facebook....
Bernardo nunca aceptó.

Pero tampoco la ha borrado.

Otra historia de amor unilateral.


2 comentarios:

  1. Creo que en la realidad también los finales son abiertos, y cada uno le dá el cierre que mejor le parezca... Creo también que Bernardo y Luna tienen mucho para decirse...un café pendiente quizás.

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  2. Buena observación querida Marie Anne, quizás haya un segundo final para esta historia.

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