sábado, 9 de agosto de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 5

Si algo solía poner de mal humor al Señor Lotart era el embotellamiento de la maldita autopista, la famosa (en el mal sentido) General Paz. Ni siquiera el jazz tapaba todas las malas palabras que decía en esos tramos del infierno. Su auto de alta gama iba a 10 kilómetros por hora, con suerte. Los bocinazos a horas tempranas lo volvían loco y desquiciado.

La Señorita Marchic vivía en la otra punta del conurbano. 


El tránsito era terrible pero menos que por General paz. Ella iba repasando todas las tareas del día, quizás rezaba de vez en cuando por tener un buen día y luego encendía la radio. Cantaba sin ningún reparo y cuando pescaba a algún conductor mirándola, ella simplemente le sonría. No renegaba todos los días por el tráfico, sino que lo usaba para cantar y empezar su día de la mejor manera posible.
A las 8 de la mañana, ambos llegaban a la empresa. 

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