sábado, 30 de agosto de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 18

Era tal como se lo había imaginado: un hombre muy dichoso a la hora de dominar. Hábil con sus manos, Marchic había traspasado la estratósfera imaginaria al momento del orgasmo. Ni hablar de los besos suaves que cuanto más calor sudaban sus cuerpos, más salvajes se volvían... un dolor placentero al morderse los labios y de tanto besarse no quedaba ni el más mínimo rastro del labial rojo. Ahora entendía por qué la mayoría de las mujeres de la empresa se morían por estar con él. Era un superior muy atractivo ( el poder es terriblemente erótico parece) y esa forma de ser suya hacían de Lotart un hombre difícil de resistirse.

...

Allí estaba ella, la inalcanzable Señorita Marchic en su gran cama King size, envuelta en llamas invisibles a la vista, pero ardientes al tacto. Lo miraba con sus preciosos ojos color café y su cabello suelto, enmarcando ese rostro angelical, transformándola en una mujer carnal, salvaje, de instinto fuerte. Hermosa, intimidante, dispuesta a todo. 
Así fue, apenas la besó, no pudo parar de acariciarla y las ganas de complacerla eran tremendas, ella merecía todo, lo mejor de él. Oírla gemir y ver su rostro encendido eran su bendición, como un oasis en medio de tanta locura.

Luego del estallido, la habitación, con el fuego consumido de la chimenea, quedó en penumbras. Lotart se sirvió un vaso de whisky añejo y Marchic lo observaba atenta. Tenía esa particular virtud de recuperar su postura fría y calculadora en menos de medio minuto. No obstante, cubierta por la sábana de seda negra, se asomó a la ventana.
Realmente era una casa enorme, bien decorada y con un jardín digno de reyes. Tantas flores preciosas y ni una mujer en semejante caserón.


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