viernes, 29 de agosto de 2014

El Señor Lotart y La Señorita Marchic 17

Era a todo o nada.
El famoso "Ahora o nunca".
El Señor Lotart se sentó al lado de ella. Un silencio se acopló al final del disco de Billie Holiday. Fue en ese preciso instante cuando la Señorita Marchic se despegó de aquel lujoso sillón para aterrizar sobre Lotart, quedando sobre y frente a él.
Su perfume floral y fresco se unió al aroma del vino de las copas posadas en la mesa. Cómo un cóctel fatal, como un hechizo ancestral, como si una diosa griega hubiese lanzado un conjuro...Lotart empezó a contar, y al mismo tiempo, un calor húmedo invadió cada centímetro de su cuerpo.
Marchic se limitaba a mirarlo fijo y escuchar cada palabra.

"Entré porque el dinero prometido era muy tentador. ¿Por qué lo era si mi empresa y yo estábamos en una excelente posición? Quizás pequé de avaro, de soberbia...no sé cómo explicarlo, quizás era la edad o una simple etapa de estupidez... No lo sé. 
Al principio era la adrenalina del miedo, y la locura de, prácticamente, duplicar mi patrimonio en un santiamén. Una locura. Cuando uno experimenta ésto, pierde de vista el verdadero peligro de las consecuencias que todo este negocio trae" contaba Lotart.

"Es un estúpido. Es tan atractivo que aún el uniforme de preso le quedaría bien" pensaba Marchic, aunque su rostro no reflejaba en absoluto estos pensamientos pecaminosos.

Y de la nada, Marchic posó sus labios rojos en los de Lotart (que, por cierto, esta actitud lo tomó completamente por sorpresa) y fue como saborear hasta su alma. 
Aquel hombre no dudó en posar sus manos sobre los muslos de aquella mujer extrañamente sensual y hasta, quizás, desbordante. La lengua de Marchic se movía casi como si bailara al ritmo de sus caderas que empezaron a moverse.
Las manos delicadas de ella se hundieron en el cabello gris de Lotart y pequeños tirones despertaron al indio oculto de él.

La ropa de ambos no tardo en quedar sobre el piso de la gran casona colonial. De fondo, el fuego de la chimenea ardía como aquellos cuerpos.




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